
Alcalá la Real y Alcaudete, tierras de frontera
Y llegó el ansiado 22 de octubre… Amaneció un sábado más frío que el primer día de este mes. Eran las ocho de la mañana cuando, puntualmente, todos los docentes se encontraron en la puerta principal del Parque Norte de Úbeda para realizar la esperada visita. A pesar del frío y la temprana hora, había más gente que la vez anterior, pues se había corrido la voz de que estas rutas organizadas por la Diputación Provincial por medio del Área de Turismo, Promoción y Empleo eran magníficas y servían para conocer nuestro extenso –y, un tanto, desconocido‑ patrimonio provincial (María Angustias Díaz, nuestra acompañante, así nos lo hizo ver).
Todos teníamos la posibilidad y obligación de transmitírselo a nuestros escolares para que sean conocedores y difusores de este bien cultural que tenemos tan cerca y nos atañe tan directamente. Es una posible fuente de ingresos y puestos de trabajo que no debemos dejar pasar, y más en estos momentos de la tan cacareada como real crisis económica, pues pueden dar la tan necesaria inyección pecuniaria a muchos pueblos de nuestro amado Santo Reino.
Fue una auténtica y gozosa jornada otoñal tanto en lo climatológico como en lo sentimental, pues al igual que el otoño y sus frutos -especialmente los membrillos- que íbamos avistando a ambos lados de la carretera, la visita a esos estratégicos lugares -que fueron durante mucho tiempo movediza frontera entre el reino nazarí y el castellano- nos prepararon la memoria y el alma para introducirnos de lleno en aquellos tiempos en que la vida valía poca cosa y las creencias religiosas y políticas eran el sanctasanctórum de cualquiera de los dos bandos en litigio.
Las nubes no dejaron apenas que el astro rey se enseñoreara con nosotros, incluso el aire ábrego trajo motas de lluvia cuando visitamos el castillo calatravo de Alcaudete hasta que finalmente, en nuestra llegada a Úbeda, se formalizó en líquido elemento cual añorado regalo otoñal.
Después, marchamos raudos hacia Alcaudete, que también avistamos desde bastante lejos, pues su castillo calatravo es seña de identidad incuestionable. Allí nos estaba esperando José Luis Castillo, licenciado en Arqueología y profesor de la universidad jienense. Nos regaló una magistral charla mostrándonos todas y cada una de las dependencias y espacios de esa construcción defensiva que, hasta hace relativamente pocos años, ha estado abandonada de la mano de los hombres, para vergüenza de todos. Y lo peor es que, ahora que estaba recuperándose, viene la negra mano de la crisis para detenerlo todo… Visitamos varios aljibes, donde nos mostró “la realidad inventada”, que es una nueva técnica arqueológica para conocer cómo quedarían los edificios antiguos reconstruidos o los nuevos por construir; las antiguas caballerizas donde visionamos varios interesantes documentales, muy bien elaborados y ambientados; el refectorio; los adarves; la torre de guardia donde disfrutamos de una película en 3D, con gafas incluidas, enterándonos concienzudamente de cómo se producían los asaltos a las fortalezas del Medievo.
Finalmente escalamos la Torre del Homenaje. También en la azotea de su torre más alta sentimos ondear al viento el pendón de la enseña calatrava, previniendo que ciertos aires de lluvia ya nos estaban avisando.
Las singulares fotos, el buen rollo, la alegría y el desenfado circularon entre todos los visitantes, sirviéndoles para recordar ese día como algo especial del que haremos partícipes a nuestros discentes.
Si la realización de esta jornada estaba programada para la mañana y su vuelta prevista para las dos de la tarde, por la intensidad de las visitas se prolongó hasta más de las cuatro, por lo que aprovechamos para comer en el Mesón Paquillo. Allí se nos atendió estupendamente y cada uno de los comensales calmó su hambre -y sed- a la carta, por módico precio, acorde con las necesidades de los tiempos que corremos.
La tarde se fue trocando lentamente en noche cuando, sobre las diecinueve treinta, llegamos a la Ciudad de los Cerros adonde se produjeron las despedidas, prometiéndose futuros encuentros. Cada cual cogió su coche para volver a su hogar, pues el origen de los turistas era sumamente variado: Mogón, Santisteban del Puerto, Canena, Orcera, Sabiote, Úbeda…
¡¡Había sido un cálido y entrañable encuentro con nuestra Historia, siempre digno de recordar…!!
Úbeda, 23 de octubre de 2011.