
Jueves, 1 de noviembre
[…] «Esta gente», dize el Almirante, «es de la misma calidad y costumbre de los otros hallados, sin ninguna secta que yo cognozca; que fasta oy a aquestos que traigo no e visto hazer ninguna oraçión, antes dizen la Salve y el Ave María con las manos al çielo como le amuestran, y hacen la señal de la cruz. Toda la lengua también es una y todos amigos, y creo que sean todas estas islas, y que tengan guerra con el Gran Can, a que ellos llaman Cavila y a la poblaçión Bafan. Y así andan también desnudos como los otros». Esto dize el Almirante. […] «Y es cierto», dize el Almirante, «qu’esta es la tierra firme, y qu’estoy», dize él, «ante Zaytó y Quinsay, cien leguas poco más o poco menos lexos de lo uno y de lo otro, y bien se amuestra por la mar, que viene de otra suerte que fasta aquí ha venido, y ayer que iba al Norueste fallé que hazía frío».
Domingo, 4 de noviembre
[…] Dize más el Almirante: «Esta gente es muy mansa y muy temerosa, desnuda como dicho tengo, sin armas y sin ley. Estas tierras son muy fértiles. Ellos las tienen llenas de mames, que son como çanahorias, que tienen sabor de castañas, y tienen faxones y favas muy diversas de las nuestras, y mucho algodón, el cual no siembran, y nacen por los montes árboles grandes, y creo que en todo tiempo lo aya para coger, porque vi los cogujos abiertos y otros que se abrían y flores, todo en un árbol, y otras mill maneras de frutas que no me es possible escrevir, y todo deve ser cosa provechosa». Todo esto dize el Almirante.
Martes, 6 de noviembre
[…] «Tengo por dicho, Serenísimos, Prínçipes», (dize aquí el Almirante) «que sabiendo la lengua dispuesta suya personas devotas religiosas, que luego todos se tornarían cristianos, y así espero en Nuestro Señor que Vuestras Altezas se determinarán a ello con mucha diligençia para tornar a la Iglesia tan grandes pueblos, y los convertirán, así como an destruido aquellos que no quisieron confessar el Padre y el Hijo y el Espíritu Sancto; y después de sus días, que todos somos mortales, dexarán sus reinos en muy tranquilo estado y limpios de heregía y maldad, y serán bien resçebidos delante del Eterno Criador, al cual plega de les dar larga vida y acreçentamiento grande de mayores reinos y señoríos, y voluntad y disposiçión para acreçentar la Sancta religión cristiana, así como hasta aquí tienen fecho. Amén. Oy tiré la nao de monte y me despacho para partir el jueves en el nombre de Dios e ir al Sueste a buscar del oro y espeçerías y descobrir tierra». Estas todas son palabras del Almirante, […].
Lunes, 12 de noviembre
[…], «porque yo vi e cognozco», dize el Almirante, «qu’esta gente no tiene secta ninguna ni son idólatras, salvo muy mansos y sin saber qué sea mal ni matar a otros ni prender, y sin armas y tan temerosos que a una persona de los nuestros fuyen ciento d’ellos, aunque burlen con ellos y crédulos y cognosçedores que ay Dios en el cielo, e firmes que nosotros avemos venido del çielo, y muy prestos a cualquiera oraçión que nos les digamos que digan y hazen el señal de la cruz. Así que deben Vuestras Altezas determinarse a los hazer cristianos, que creo que sí comiençan, en poco tiempo acabarán de los aver convertido a nuestra Sancta fe multidumbre de pueblos, y cobrando grandes señoríos y riquezas, y todos sus pueblos de la España porque sin duda es en estas tierras grandíssima suma de oro, que no sin causa dizen estos indios que yo traigo, que hay en estas islas lugares en donde cavan el oro y lo traen al pescueço, a las orejas y a los brazos e a las piernas, y son manillas muy gruessas, y también ha piedras y ha perlas preciosas e infinita espeçería.
Y en este río de los Mares, de adonde partí esta noche, sin duda hay grandíssima cantidad de almáçiga y mayor, si mayor se quisiere hazer, porque los mismos árboles plantándolos prenden de ligero y hay muchos y muy grandes, y tienen la hoja como lentisco y el fruto, salvo que es mayor, así los árboles como la hoja, como dize Plinio, e yo e visto en la isla de Xio, en el Arcipiélago, y mandé sangrar muchos d’estos árboles para ver si echaría resina para la traer, y como aya siempre llovido el tiempo que yo e estado en el dicho río, no e podido haber d’ella, salvo muy poquita que traigo a Vuestras Altezas; y también puede ser que no es tiempo para los sangrar, que esto creo que conviene al tiempo que los árboles comiençan a salir del invierno y quieren echar la flor, y acá tienen el fruto cuasi maduro agora. Y también aquí se avría grande suma de algodón y creo que se vendería muy bien acá sin le llevar a España, salvo a las grandes ciudades del Gran Can que se descubrirán sin duda y otras muchas de otros señores que avrán en dicha servir a Vuestras Altezas, y adonde se les darán de otras cosas de España y de las tierras de Oriente, pues éstas son a nos en Poniente.
Y aquí también hay infinito lignáloe, aunque no es cosa para hazer gran caudal; mas del almáçiga es de entender bien, porque no la ha, salvo en la dicha isla de Xío, y creo que sacan d’ello bien cincuenta mill ducados, si mal no me acuerdo. Y ha aquí, en la boca del dicho río, el mejor puerto que fasta oy vi, limpio e ancho fondo y buen lugar y asiento para hazer una villa e fuerte, e que cualesquier navíos se pueden llegar el bordo a los muros, e tierra muy temperada y alta y muy buenas aguas. Así que ayer vino a bordo de la nao una almadía con seis mancebos, y los cinco entraron en la nao; estos mandé detener e los traigo. Y después enbié a una casa que es de la parte del río del Poniente, y truxeron siete cabeças de mugeres entre chicas y grandes y tres niños. Esto hize porque mejor se comportan los hombres en España habiendo mugeres de su tierra que sin ellas, porque ya otras muchas vezes se acaesçió traer hombres de Guinea para que deprendiesen la lengua en Portugal, y después que bolvían y pensaban de se aprovechar d’ellos en su tierra por la buena companía que le avían hecho y dádivas que se les avían dado, en llegando en tierra jamás pareçían. Otros no lo hacían así. Así que, teniendo sus mugeres ternán gana de negoçiar lo que se les encargare, y también estas mugeres mucho enseñarán a los nuestros su lengua, la cual es toda una en todas estas islas de India, y todos se entienden y todas las andan con sus almadías, lo que no han en Guinea, adonde es mill maneras de lenguas que la una no entiende la otra. Esta noche vino a bordo en una almadía el marido de una d’estas mugeres y padre de tres hijos, un macho y dos hembras, y dixo que yo le dexase venir con ellos, y a mí me aplogo mucho, y quedan agora todos consolados con él, que deben todos ser parientes, y él es ya hombre de 45 años». Todas estas palabras son formales del Almirante. […]