Emigrantes

23-09-2011.

¡Vente a Alemania, Pepe! Título de una película del landismo en la que se esbozaba pretendidamente con gracia la tragedia de tanto español que marchaba hacia allá y otros lugares, en los años medios del siglo XX. Eran trabajadores sin cualificación, mano de obra para todo, muchos analfabetos de su propio idioma. Ahora se llama otra vez desde Alemania a trabajadores españoles, esta vez muy cualificados y dominando al menos dos idiomas (imprescindible el inglés); y es que las cosas han cambiado. Se están tratando de marchar los que pueden. Nada que objetarles y sí que objetarnos a nosotros. Porque esto indica que no marchamos bien, cuando no somos capaces de absorber nuestra mano de obra cualificada y tenemos encima mucha sin cualificar (que se nos vino cuando ya no queríamos ser pobres).

He puesto arriba que las cosas han cambiado, ¿de veras? He leído en un periódico que en algunos municipios están facilitando la marcha de trabajadores y trabajadoras a la vendimia francesa y a otros lugares. Entonces es que las cosas no han cambiado del todo, pues seguimos con mano de obra sin cualificar, al igual que en el pasado, que ahora se da cuenta de que es tan emigrante como los que llegan en pateras (y además siguen con un bajo nivel de conocimientos). Españoles y españolas, andaluces mayormente, y como siempre, que ven que todo vuelve a su ser, a su realidad, que el sueño de una Andalucía a la que no conocerá ni la madre que la parió se quedó en un alarde de populismo fullero. Crueldades. Por eso, quienes, desde unas posiciones harto demagógicas y descerebradas, claman contra los inmigrantes que nos quitan el trabajo, debieran pensar (y esto lo escribo por enésima vez) que en realidad quienes nos quitan el trabajo son los que no nos lo dan, los que nos despiden, los que nos obligan otra vez a buscarlo en otros lugares. A emigrar.

Pienso en los que marcharon y en los que ahora marcharán.

Pienso en que, si antaño la integración en los nuevos lugares y culturas ya les era difícil (muchos volvieron sintiéndose rechazados o porque les era imposible asimilarse o convivir en esos sitios), a los que ya tienen una gran base cultural les puede ser más fácil; pero, ¿y a los otros? Si en algunas zonas de España, y en concreto en el País Vasco o Cataluña, se les construye además una barrera idiomática cada vez más alta, la sensación de desarraigo será tremenda y sólo algunos tendrán el valor o la flexibilidad de superarla.

Sin embargo, los hubo. Pero nos choca, y a mí me causa especial tristeza, quienes no sólo pudieron o supieron adaptarse al medio en que debían subsistir (es señal de inteligencia), sino que, para hacerlo más notorio, procuraron olvidarse de todo lo que habían dejado atrás. Y atrás quedaban amistades, ancestros, pueblos, costumbres y hasta forma de pensar y de hablar. Atrás dejaron todo, pues nada aparentemente se les daba. Y mostraron con orgullo que ya eran otros y de los otros, menospreciando y hasta humillando lo que significaba origen.

 

Me dan pena (me daban en los años del gran exilio y me da ahora también por algunos) que para ser más que nadie en su tierra de promisión pretendan ser más que los mismos nativos de ella. A catalanes, ya no les gana nadie; a vascos, tampoco. Si tienen que abrazar una bandera no será ni la andaluza ni la española, será la otra (llámese de la forma que se quiera); si tienen que formar parte de algún movimiento político, lo serán del más radicalmente antidetodo lo que antes fueron.

Cierto que el castellano antiguo siempre dijo no con quien naces sino con quien paces o, si quieren otro más amoldable, el donde fueres haz lo que vieres. Refranes debidos al sufrimiento popular que sugieren utilitarismo y sagacidad para el día a día más que patrioterismos adoptados y extremismos xenófobos. Adaptación, desde luego; servicio en la comunidad donde se desarrolle tu vida, claro; pero ello ni exige ni conlleva que no es que se haga borrón y cuenta nueva con lo antiguo, sino que se ataque, desprecie y aborrezca.

Ustedes que me leen (gracias) tendrán en sus mentes a personas próximas o conocidas que se encuentren en estas situaciones tan absurdas y espero no crean que estoy exagerando; todos conocemos a alguien así. Ustedes saben también de sujetos de carácter público que, por desgracia, han optado por la vertiente no del olvido de sus orígenes, sino por las mismísimas tres negaciones (públicas) de San Pedro. Con su pan se lo coman. Pero yo les exigiría ‑sí, exigiría‑ que no sigan echándonos más vilipendio con sus conductas (ya que no les importa echárselo ellos) y que ni aparezcan por nuestras tierras. Que nos dejen en paz.

Recordemos. Volvemos a ser emigrantes.

 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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