Un puñado de nubes, 54

10-06-2011.

No fueron fáciles las gestiones que Juan tuvo que hacer en el banco. Procuró seguir al pie de la letra las instrucciones de su padre. No era una cantidad habitual que un cliente retirara sin previo aviso. El cajero puso algunos reparos.

Había pasado casi una hora, cuando subía de nuevo la escalinata de la entrada de la comisaría. La cola de peticionarios de documentos no parecía haber menguado. Le preocupaba Rosalva y no se entretuvo nada más que para hablar con el policía que cubría la puerta. ¿Cómo habría llevado la espera allí sola, en aquel despachillo destartalado?

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La gastronomía, 3

09-06-2011.

No: el autor del Viaje no fue un viajero convencional como Tafur; su álter ego Urdemalas viajó por necesidad e incluso forzado. Quizás por esta razón, fisga y registra más que simplemente contempla. Y por eso, hablando de alimentos, nos dice cómo y dónde se confeccionan, cuánto pesan, cuánto valen o qué gusto y forma tienen.

Compárese, p. ej., la anterior descripción del mercado de Babilonia hecha por Tafur, con esta otra, corta pero ordenada descripción del mercado de Constantinopla, hecha por Urdemalas con el pragmatismo de un viajero inglés del s. XIX:

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Un puñado de nubes, 53

08-06-2011.

No había terminado de cerrar la puerta el hermético Navarro, cuando Juan conectó con su padre. Le contó en pocas palabras la inesperada situación: que los trámites no podrían cerrarse en un día y, sobre todo, que la gestión costaría tres mil euros.

—¿Cómo? —se oyó gritar la voz de León—. ¿Pero se ha vuelto loco Navarro? Eso es un chantaje.

—Pues es lo que hay, papá. Sin esa suma no hay papeles. Y, sin los papeles, Rosalva…

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«Bases para el comentario», 7b

07-06-2011.
7.4. Imagen
Se la conoce también como metáfora impura, puesto que se citan los dos términos que se relacionan: el de significa­do real y el de significado figurado.
Hay dos grandes tipos de imágenes.
7.4.1. Imagen tradicional
Se produce una relación entre cualidades materiales o espirituales, de una manera lógica, y atendiendo a la forma.
(a) Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu’es el morir;
Jorge Manrique: Coplas por la muerte de su padre.
Las vidas (concepto espiritual) se comparan con los ríos (concepto material).

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Un puñado de nubes, 52

06-06-2011.

Como prometí en la Nube anterior y con la venia del autor, voy a proceder, amable lector, al rescate narrativo del preterido personaje Alfonso. Se decía, en la Nube 44, que Alfonso tenía el teléfono entre las manos; manos temblorosas que manifestaban el mal estado en que se encontraba, como resultado de la tunda que le dieron los mafiosos de Las casitas blancas por haber dejado escapar a Aymara. Penosamente pudo marcar el número de teléfono de León. El solo sonido de la llamada le producía agudos flechazos en el tímpano, «efecto, sin duda –pensó‑ del golpe que recibí a la altura de la oreja». Nadie respondía. Defraudado, colgó el teléfono y, a duras penas, pudo llegar hasta su habitación. Empujó la puerta y se derrumbó en la cama. Alfonso no podía saber que, por el momento, León prefería resolver definitivamente la cuestión del viaje a Barajas. Ya tendría tiempo de contarle lo que ahora tú, amable lector, tienes el privilegio de saber punto por punto.

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De Alfredo Valenzuela Barberán

04-06-2011.

Querido José María:

Acaba de aparecer una novela mía en la editorial Paréntesis. Aún no tengo suficientes ejemplares a mi disposición. Sin embargo, la Agencia EFE ha distribuido hoy esta nota (de Alfredo Valenzuela Barberán) para divulgarlo en los distintos medios de comunicación. De mi novela Río Negrón, que ha sido premio Gabriel Sijé 2010, te mandaré por correo, el lunes, un ejemplar. De ésta, sí tengo ejemplares para los amigos. Un abrazo.

Manolo Jurado.


Alfredo Valenzuela Barberán nació en Lopera (Jaén) en 1962. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, es autor de Vengo buscando pelea, sobre el roquero Silvio, y coautor de una historia de la Cartuja de Sevilla. Redactor de la Agencia EFE, ha sido colaborador habitual como articulista, entrevistador y crítico literario de una docena de diarios y de una veintena de revistas, y es comentarista de radio en “Intereconomía-Andalucía Abierta”.

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Un puñado de nubes, 51

03-06-2011.

Voy a aprovechar que el autor don Manuel Jurado y un personaje suyo, llamado León, están conversando sentados tranquilamente en un banco de los jardines de Buhaira, para confesarte, amigo lector, que, como narrador de esta Nube, empiezo a estar un poco mosqueado, porque a mi entender el personaje Alfonso se está alejando demasiado de la historia. Creo que ello es debido a dos razones:

En primer lugar, porque desde hace tres o cuatro Nubes, el autor ha dispuesto que el protagonismo de la historia recaiga sistemáticamente en León, en sus hijos Juan y Teresa, en Aymara y Amalia e incluso en el insulso Indalecio, el propietario de La Luna. Y, en segundo lugar, porque la narración se está desviando hacia recovecos que se pueden calificar de antagónicos y que, además, no tienen nada que ver con la historia principal, que es actualmente la liberación de Aymara. Y explico lo de «recovecos antagónicos».

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Un ejemplo de vida: el padre Bermudo de la Rosa, 1

02-06-2011.
Corrían los primeros días del mes de noviembre. Aquel año había sido especialmente lluvioso y las piedras de los edificios que componen el conjunto de la explanada del colegio mostraban sus tonos dorados más intensos y brillantes que de costumbre. Una bruma, más propia del norte que de una ciudad andaluza, humedecía el ambiente, envolviendo en suave niebla la escena de aquella mañana de otoño en el internado. Decía Rafael Alberti que «siempre asombra el otoño más que la primavera».
Era mi primer curso en Úbeda. Atrás quedaron los cuatro de internado en Villanueva y, a pesar de mis pocos años, ya era un veterano en la Institución. Podría decirse que a pesar de no ser muy voraz, por aquel entonces ya habría consumido unos doscientos cincuenta kilos entre garbanzos y lentejas. En la Safa, cuando se trataba de establecer el tiempo que faltaba para que un alumno terminara su proceso de formación y abandonara las Escuelas, siempre se recurría a la ironía y a los garbanzos o a las lentejas para dejar sentado que no era cosa de días: «¡No te quedan a ti garbanzos que comer!», nos decían los mayores, en plan de burla.

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