
Ha muerto Eladio, amigo y compañero. Ha muerto con los sueños deshechos a decepciones y el alma herida de incurable soledad. Podrá decirse con más acierto, con más o menos tristeza, pero lo cierto y verdad es que hoy nos deja para siempre uno de los compañeros más buenos y más brillantes que han pasado por las aulas de las Escuelas. Hoy hay luto en el corazón de los alumnos y la bandera de la Institución debería ondear a media asta. He pasado la mañana leyendo sus escritos en la página web de nuestra Asociación. Recordar sus escritos en este día, leer aquellas historias alegres e inocentes que contaba, ha sido un gran consuelo para mí. La del hombre enfermo, que en sus últimas horas, veía saltar conejos desde la cama del hospital.
—¡Ahí va otro! ─gritaba con cierta periodicidad y cadencia─. Pobre hombre. Enfermo, mas su cara no expresaba la gravedad que supuestamente los galenos le diagnosticaron y él padecía. Una extraña paz y alegría emanaba de su figura tras cada expresión. Júbilo, diría yo que sentía aquel hombre.
—¡Ahí va otro! ─y esbozaba una sonrisa leve tras un renovado gesto de sorpresa─. Al principio los allí presentes hacían por ignorar las expresiones del enfermo, como si no se oyera. Vencidos por la curiosidad le preguntamos a la señora que le acompañaba qué era lo que veía pasar, por qué ¡ahí va otro!, qué tipo de acontecimiento le podía producir tamaña satisfacción y bálsamo para sus dolencias.
—¡Conejos! Ve pasar conejos —dijo la señora—.
Seguramente, empezaba a pensar que sus sueños ya no eran de este mundo, porque hace tiempo que no nos escribía regularmente. Quizás empezaba a pensar en otro mundo en el que no hay dolor ni sufrimiento. Alguien desde aquí abajo tendrá que enviarle unas palabras para decirle lo que aquí se deja. Alguien tendrá que hacerlo, a pesar del dolor. Leed y releed. Deleitaros con sus palabras que son el fiel reflejo de su alma.
Pulida y cristalina, la superficie de la alberca, con trasfondo verdoso por el limo, cualquier céfiro puede alterar su quietud. Vida emergente que no asoma a la superficie, que respeta la quietud del espejo. Vieja institución la de las albercas con su contenido presto a dar vida. Allá cuando el calor agosta las plantas y siembra de mosquitos el aire, el agua vitalizadora tanto tiempo retenida en la alberca expande su vital flujo por las acequias y chorros que conforman su entorno.
Leedlo y veréis qué dentro llevaba Andalucía y cómo sentía la educación. Volved a sonreír recordando las reglas ortográficas de aquel pobre maestro:
Al cabo de tanto tiempo en contacto con el profesorado, he sido testigo de variadas estrategias y argucias educativas para enseñar a nuestros chavales la lengua castellana, sin recapacitar en que hubiese sido más fácil partir de lo que el alumno domina. Valga de ejemplo aquel maestro que decía a sus alumnos: sordao, cormao, parma y mardita sea tu arma se escriben con l.
Hoy, cuando caen sobre el campo las hojas doradas de la muerte, quiero improvisar este réquiem de urgencia: Eladio Garzón Rodríguez, un alumno importante de nuestras Escuelas, ha muerto. En este día no he sabido hacer otra cosa que leer, releer y meditar, en las palabras que nos dejó escritas:
Es la hora que sugiere hacer recuento de todo. Del día que se va, de la luz que se desvanece, de la vida que se apaga.
Hay muertes que nos mueven al respeto, frío e imparcial. Hay muertes que nos hacen saltar y maldecir la muerte. Y hay muertes que nos llenan el corazón de dolor y ternura, dejando en nuestras almas un pesar profundo de tristeza y orfandad. De dolor y ternura se me llenó el corazón cuando alguien me dijo: «Ha muerto don Juan Pasquau, don Lisardo Torres, don Isaac Melgosa, don Jesús Burgos, el padre Bermudo…». Y de tristeza y orfandad se me ha llenado el alma, esta mañana, al leer la noticia fría como el mármol:«Eladio ha muerto».
Barcelona, 13 de marzo de 2011.
roan82@gmail.com