
En la vorágine cibernética en la que estamos sumidos, donde se amontonan las novedades tecnológicas de consumo imprescindible (que nos dicen), que salen a montones para desaparecer al día siguiente ya obsoletas, también se amontonan las páginas web, los portales diversos y parecidos, los blogueros y blogueras de toda laya y pelaje y los sitios de contactos y supuestas amistades.
En realidad, un rastrillo de todo y de todos, en el cual, como el madrileñísimo, se sabe y se entiende, se encuentra y se pierde, se contacta, se compra y vende de todo. Todo cabe y sale, nada más que uno se ponga a buscarlo (a navegar, que se decía antiguamente, uso ya abandonado, como tantas cosas ahí). Como en el rastro dicho, aquí hasta hay trileros y amigos de lo ajeno, que te tocan en tus partes para ver de sacarte algo, si es que lo llevas. Un mundo, es que lo es, virtual (que también se dice), pero que puede tener mucha incidencia en lo realmente material.
Me llegan vuestros correos, que detecto y abro con confianza, pues supongo que están limpios tanto de bichos como de contenidos absurdos. Como cada uno “semos” de nuestra madre y padre, no nos pueden quitar que esos contenidos respondan, a veces, a la ideología personal de quien los envía. Ello no es malo, porque denota un sano concierto de diferencias y no una cadencia monótona de ideología única.
Llegan también unas llamadas invitaciones a formar parte de una gran tribu de supuestos amigos y amigas, a veces muy insistentes. Es por esta parte por donde a mí se me levantan las orejillas, intuyendo que la cosa puede tener sus problemas y me ando cauto en extremo. Ya dentro del territorio, al que al fin y al cabo no me he podido sustraer, noto que el fenómeno iniciado y consolidado en estas denominadas ahora redes sociales es caótico y en él termina uno sumergiéndose en un magma sin sentido, donde todo es revuelto y donde, a pesar de lo que se anuncia con fervor, nadie es nada, ni amigo, ni coincidente, ni persona, sino uno más en la masa de caretos y fotitos, preguntillas absurdas o anuncios de intimidades que son generadas por espíritus pueriles o faltos de un real cariño.
En lo de solicitudes de amistad se están dando fiascos y suplantaciones de la personalidad francamente alarmantes; alguno de estas mismas páginas lo ha constatado e incluso hay quienes se inventan esas amistades, para así formarse un pequeño e inexistente círculo de amigos. O mentiras grandes como el Mulhacén, a cual más falsa; vamos, que Quasimodo, si accediese a estos métodos, se anunciaría como un magnífico David de Miguel Ángel. Con no meter careto, o falsearlo, pues que ya… Me dan que pensar (perdonadme, si alguno de esta página web hace lo que ahora explico) los que, metidos en el fárrago de las entradas a grupos sociales, lo hacen sin dar la cara, literalmente. Porque si acceden a los mismos es para contactar, socializar, compartir… ¿Pero con quién lo hago si no le veo la jeta, si busca el anonimato, para preservar su identidad y su intimidad? No entre en estos juegos y ya está. Algunas fotos de presentación son interesantes por la técnica empleada en las mismas: la de sugerir algo más que una triste cara; y me parece bien, que la imaginación también puede tomar parte en estos tratos; pero hurtarnos así -a lo bestia, en un perfil de busto en blanco- su fisonomía, pues, lo que digo, que no me da buena espina de quienes lo hacen.
