18-02-2011.
La langue vit comme un grand arbre dont les racines
sont aux tréfonds de la vie sociale et des vies cérébrales…
sont aux tréfonds de la vie sociale et des vies cérébrales…
Que, como sabéis, Edgar Morin viene a decir que ‘la lengua vive como un gran árbol cuyas raíces están en los subsuelos de la vida social y las vidas cerebrales’.
—La propia evolución de los paradigmas teóricos de estas disciplinas constituye en sí misma un cambio muy importante de los presupuestos teóricos clásicos, con innovaciones altamente sugerentes para las propias ciencias lingüísticas y psico-socioculturales… —dictaba el profesor—.
La clase de Lingüística de la mañana sonaba a latines en la cabeza de León. ¡Qué le importaba a él Ferdinand de Saussure ni la madre que lo parió! ¿Cómo podía pensar en competencias teóricas ni en idiomas hambrientos de práctica? Le estallaba la sesera pensando en la noche anterior tan trascendental para él. ¡Cómo recordaba su primer porro y su virginidad perdida! Estaba de un mal humor extraño e incomprensible porque, pensándolo bien, fue una de las noches más maravillosas de su ordinaria vida.
Cuando cruzó miradas con Amalia, le empezó el corazón a latir más fuerte y más deprisa. Allí delante estaba la “culpable” de tanta batahola y no sabía si salir corriendo o abrazarla delante de todo el reino estudiantil.
—Nos vemos en la cafetería, a las cinco, ¿vale?
Se sintió lorquiano, entre angustiado y deseoso, pero confirmó con un movimiento de cabeza vacilante.
Se fue con unos amigos a tomar unas cañas en el bar que hay fuera del ambiente de apuntes, humos y gentes sin definir. Bajaba la cuesta intentando despejar fantasmas, moralidades y costumbres familiares bien incrustadas a fuego en lo hondo de los riñones durante sus años mozos.
Aquella tarde no era igual. Sentado frente a la puerta del bar, esperaba ver llegar a la mujer “guerrera” que había sido capaz de arrancarle voluntad y entendimiento. Sentía las mismas gotas de lluvia tras los cristales, acariciaba las curvas del mismo chirimbolo del azúcar a granel, saboreaba su café mezclado al que abrazaba con ambas manos para aprovechar su calorcillo y hasta miró por los rincones, nervioso y receloso. Pero era igual. Empezaba a vivir, a descubrir el mundo, a tomar los primeros sorbos de cada objeto y ocasión, a distinguir personas, a tener ilusiones y proyectar sueños. Sentía estar ahora en la curva del camino.
De pronto, sonaron los altavoces:
—Señores profesores, estudiantes y personal del centro: les habla el Decano de la Facultad. Me comunica la Delegación del Gobierno que ha recibido un aviso de amenaza de bomba en nuestras instalaciones y nos aconseja desalojarlas. Les ruego que abandonen el recinto serena pero rápidamente.
La gente empezó a salir, unos más ordenadamente que otros, mientras se repetía el mensaje una y otra vez. Pensaban en ETA, en el IRA, en las Brigadas Rojas, en el Frente Popular para la liberación de Palestina…; incluso alguien aseguró que era una falsa alarma, que sería de un tío que no quería hacer el examen…
León siguió sentado, tomando su café con una tranquilidad sorprendente. Vino una pareja de “grises” y lo sacó de la cafetería sin contemplaciones.
En el campus estaba Amalia quien, nada más verlo, corrió hacia él, se alzó a sus caderas y se enroscó en su cuello, llenándole la cara de besos.
—La langue vit —recordó León, ahora más correctamente—.
***