«Bases para el comentario», 5a

17-02-2011.
5. RECURSOS FÓNICOS MÁS FRECUENTES
Los recursos fónicos afectan a la forma de las palabras, no porque se cambie la misma forma o apariencia ‑en el sonido o en el escrito‑, sino porque se utiliza la palabra para producir una matización o reforzamiento de los enunciados, en un sentido que interesa especialmente al autor.
La aparición de estos fenómenos se observa principalmen­te en el sonido y en el ritmo, esto es, en el suprasegmento.
5.1. Figuras basadas en el sonido
5.1.1. Aliteración
Es la repetición de un sonido para producir un efecto agradable o desagradable, o para imitar a algún sonido de la naturaleza.

Movióla el sitio umbroso, el manso viento,
el suave olor de aquel florido suelo.
Las aves en el fresco apartamiento
vio descansar del trabajoso vuelo.
Secaba entonces el terreno aliento
el sol subido a la mitad del cielo.
En el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.
Garcilaso de la Vega: Égloga tercera.
Se observa la insistencia del fonema sibilante /s/ que pretende reforzar el significado de ‘paz, mansedumbre, so­siego’ que se desprende del mismo texto, cuando utiliza expresiones como sitio umbroso, manso, suave; y, en especial, en los dos últimos versos.
5.1.2. Paronomasia
Se enuncian palabras de sonido parecido, pero de significado diferente, con ánimo de mezclar sus significados por la proximidad con que se producen.
El verso sutil que pasa o se posa
sobre la mujer o sobre la rosa,
beso puede ser, o ser mariposa.
Rubén Darío: Cantos de vida y esperanza.
Las palabras que forman la paronomasia son, respectivamente, pasa / posa y verso / beso. El poeta juega con sus sonidos y con sus significados para poder decir que “la mariposa es un verso sutil”; que “el verso es un beso”; y que “el beso es una mariposa que pasa o se posa sobre la mujer, quien es igual que una rosa”.
5.1.3. Similicadencia
Consiste en utilizar varios verbos en el mismo tiempo, número y persona, o varios sustantivos con el mismo caso, género y número.
Las muchachas saltaban; los mozos corrían en su persecu­ción; los chiquillos, vestidos de harapos, daban volteretas, y sólo los asnos se mantenían graves y reflexivos en medio de tanta inquietud y algarabía.
Benito Pérez Galdós: Misericordia.
Se utilizan verbos en tercera persona del plural del pretérito imperfecto de indicativo: saltaban, corrían, daban, se mantenían; y, por otro lado, los sustantivos muchachas, mozos, chiquillos y asnos, sus sujetos respectivos, para re­forzar al mensaje de que todo ocurría al mismo tiempo, descompasadamente y en variedad, con el único contraste de la seriedad de los asnos. La similicadencia se utiliza en este caso para reforzar el sentido de la tranquilidad o felicidad con que se comportan sus personajes.
5.2. El ritmo de la prosa
La unidad de ritmo en prosa es el grupo fónico, o la parte del discurso que se pronuncia entre dos pausas sucesi­vas. El grupo fónico en español oscila entre las ocho y las doce sílabas. La repetición de grupos fónicos de determi­nada extensión produce el llamado ritmo lingüístico, que viene marcado por las pausas que se realizan (haya signo ortográfico de puntuación sintáctica o no lo haya) tras cada uno de ellos. El ritmo de la prosa se considera normal cuando los grupos fónicos oscilan entre ocho y doce sílabas. Por encima o por debajo de estas cantidades, los grupos fónicos son o muy extensos o muy breves, y habrá que comentar a qué se debe su uso y si es significativo para el resultado del acto de la comunicación.
La principal razón para que se produzcan esas anomalías está en el denominado ritmo de pensamiento, porque es el pensamiento del autor, o del personaje que habla, el que puede exigir un grupo fónico breve u otro largo. Una emoción intensa suele expresarse con un grupo fónico breve:
¡Mentira! || ¡Eso es mentira!
Se concentra el significado en dos grupos fónicos de tres y cinco sílabas fonológicas, para hacerlo más contundente. A ello se le añade la entonación exclamativa.
Normalmente, estas variaciones se advierten en procedi­mientos expresivos que llamamos paralelismos, repeti­ción de palabras, o repetición de sintagmas.
—¡Miradle! | ¡Miradle! | —decía la joven, | fijando sus desencajados ojos en el banquillo, | de donde se había levantado, | asombrada, | para agarrarse con sus manos convulsas | al barandal de la tribuna—. | (…).
—¿No os lo dije yo una y mil veces, | mi señora doña Baltasara; | no os lo dije yo? | ¡Aquí hay busilis ‘punto difícil o más importante de un asunto’! | Vedlo. | ¡Qué!, | ¿no estuvisteis anoche en la misa del Gallo?
Gustavo Adolfo Bécquer: Maese Pérez, el organista.
El ritmo de pensamiento influye sobre el ritmo lingüístico de manera notable en este texto, a causa de la emoción del momento narrativo, que justifica la presencia de tantos grupos fónicos de menos de ocho sílabas: ¡Miradle! | decía la joven | asombrada | no os lo dije yo? | ¡Aquí hay busilis! | Vedlo | ¡Qué!
En este texto se pueden observar ejemplos de los tres fenómenos que hemos anunciado:
(a) Paralelismo: La repetición de una estructura fónica equivalente. (El paralelismo se aplica a cualquier elemento que se repite, del significa­do, de la sintaxis, o de la fonética). En este caso, la estructura fónica que repite es la interroga­ción.
1. ¿No os lo dije yo una y mil veces, (…); no os lo dije yo?
2. ¿no estuvisteis anoche en la misa del Gallo?
(b) Repetición de sintagmas:
1. ¿No os lo dije yo (…).
2. no os lo dije yo?
(c) Repetición de palabras:
1. ¡Miradle!
2. ¡Miradle!
Podríamos decir que los grupos fónicos de más de doce sílabas se utilizan en momentos serios, graves, tranquilos, en los que se concluye o se introduce un pensamiento contundente. De cual­quier forma, para tomar una decisión en este sentido, habría que tener en cuenta las valoracio­nes dadas por el cotexto; por lo que no podemos concluir unas opciones definitivas.
Asimismo, los grupos fónicos de menos de ocho sílabas suelen producirse en estados de ánimo violento o altamente emotivo.
Convendrá comentar aquellos textos en los que los grupos fónicos anómalos (por encima o por debajo de doce u ocho sílabas fónicas) sean numerosos y, por consiguiente, significativos dentro del texto que analizamos.
La repetición de una determinada curva meló­dica o la aparición de variadas curvas melódicas pueden resultar también significati­vas.
P. ¿La modernidad?
R. Es construir para el futuro sabiendo que todo es finalmente deleznable.
P. ¿Haría un periódico para Cela o para Marta Sánchez?
R. Para los dos.
P. ¿Reitera que Suárez dimitió para evitar el 23-F?
R. Él ha dicho que estoy mal informado.
P. ¿El primer beso a una mujer?
R. Tuvo especial encanto y un halo de poesía.
P. ¿El siglo más tonto de la historia?
R. Fue el XIX; no comprendió los avances técnicos y las libertades.
P. ¿Es diplomático aún?
R. La diplomacia enseña siempre las cartas que tiene el prójimo.
P. ¿Si a sus años le regalan un traje de novia?
R. Se lo daría a una nieta.
Luz de gas de El País, 18-03-90.
El tono interrogativo repetido, junto a la elipsis de verbos en determinadas preguntas, produce la impresión de agudeza, de rapidez y de concisión.

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