Nuevo encuentro de los Sánchez Cortés en Francia, 7

27-12‑2010.
DÍA 12 DE AGOSTO, JUEVES
Me he levantado a las ocho de la mañana, después de que a las siete y media oyera a Aurore hablar por teléfono y marcharse a su trabajo de voluntaria de la Cruz Roja. He sido el primero en levantarme, puesto que el resto del personal tardó un buen rato en ir apareciendo. El primero fue Antonio, luego Patricio, después Patricia y, a eso de las nueve y media, Margui.

Mientras tanto, estuve repasando y escribiendo esta memoria, hasta que desayunamos los tres españoles juntos. Después nos arreglamos y, mientras Antonio se daba una vuelta por el bois ‘bosque’ de los alrededores, Margui, Patricio y yo fuimos a un Intermarché ‘supermercado’ cercano, a la entrada de Rochefort, para comprar los tres cuadros electrónicos que van pasando las fotos automáticamente, como los que hemos visto en casa de Stéphane y Patricia. Nada más venir, los probaron Margui y Patricio mientras yo seguía releyendo esta crónica y corrigiendo destalles y nombres en francés. Sobre las once y media llegó Joselillo para que fuésemos a ver L’Hermione, un barco del siglo XVIII que están construyendo en el arsenal de Rochefort a imitación del que llevó Lafayette en su viaje a América. Empezaron a construirlo en 2003 y sobre el 2013 es cuando lo botarán. Se está haciendo con dinero público y particular al 50%. Las entradas nos las pagaron, a Margui y a mi, mis primos, pues sólo entramos cuatro, ya que Antonio se quedó en una librería de libros antiguos y mi prima Patricia en casa, haciendo las labores y comidas para hoy, último día en que permanecemos con ellos, pues mañana, después de desayunar, marcharemos para Toulouse a encontrarnos con la familia de Nona y Guillermo.
La visita fue encantadora y poblada de fotos y cartelas donde el arte marinero se nos ofrecía de una manera lúdica y pedagógica. Mientras Antonio se quedó en una librería de viejo, recogiéndolo cuando nosotros terminamos la visita del barco, donde aún se encontraba enfrascado en la búsqueda y captura del libro apropiado para sus aficiones bibliófilas. Al final, compró dos libros interesantes cuyo valor era de 130 euros, pero el librero se lo rebajó a 110. Uno era de viajes por España del siglo dieciocho y otro, más grande de ilustraciones, era muy bonito y completo.
Vimos el mercado de frutas y verduras que hay instalado en sus calles y el edificio Les Halles, donde venden la carne y el pescado. Raudos, nos volvimos a casa a comer en casa de Patricia, donde nos había elaborado una pizza casera y unas brochetas de carne de ternera exquisitas, acabando con los quesos de costumbre, todo ello regado con buenos vinos y comenzando con un preparado de coñac, que hace mi primo Joselillo, con Fanta de limón.
Yo fui el que tomé solamente postre: un trozo de tarta de manzana con una bola de helado; los demás no quisieron nada.
Tres “Sánchez Cortés” en Rochefort.
Apenas descansamos un rato y ya marchamos nuevamente a Rochefort para ver la casa de Pierre Loti, en la calle que precisamente lleva su nombre, aunque no es su verdadero nombre y apellido. Fue un personaje pintoresco, marino y escritor de los siglos XIX‑XX. También nos pagaron la entrada ellos, menos a Margui que, con el carné del ICOM, entró gratis.
Un amable y simpático muchacho nos fue explicando en rápido francés las distintas dependencias y la historia personal y rocambolesca, aventurera al fin, de este personaje francés que fue componente de la Real Academia Francesa. Incluso le ganó su escaño a Zola. Tiene en su haber más de cuarenta libros escritos que se vendían muy bien en su tiempo, por lo que hizo una gran fortuna que invirtió en esta casa y en otros muchos viajes y actividades estrafalarias o carnavaleras. Muy amante de los turcos, de los disfraces y de la actividad física, fue un personaje sumamente importante en su época que, al ser marino y escritor, viajó por todo el mundo. Pronto perdió la fe protestante que le habían infundido sus padres. Se puso el nombre de Pierre, porque era la calle donde había nacido; y de Loti, porque, cuando llegó a Taití, las mujeres del lugar, al verlo tan coloradito, le pusieron el nombre de “Roti”, que quiere decir ‘rojo’; y, desde entonces, firmó Loti.
Cuando terminamos, en la librería de la casa, Margui compró dos libros, mi prima Patricia uno y Antonio una pequeña bola del mundo del siglo XVII.
Luego, mientras visitábamos lo más importante de la ciudad de Rochefort, nos echamos unas fotos por los lugares más emblemáticos: plaza principal, iglesias, etc., mientras Margui nos iba traduciendo, fiel y pacientemente, lo que había oído en francés en la casa de Pierre Loti, quedando Antonio y yo encantados por su proverbial memoria y su forma, tan amena, de contar la romántica y nostálgica historia de este personaje, tan peculiar, que ha dado renombre a esta ciudad que lo vio nacer y que actualmente tiene unos 30 000 habitantes. Por cualquier sitio de esta urbe se encuentran motivos, calles, esculturas… que recuerdan al viajero su sempiterna presencia, que parece que le dio vida eterna. Comprobamos también lo bien que están trazadas las calles y lo acompasados que están los edificios, incluso los de nueva construcción, que se ve que tienen una normativa estricta para no salirse de madre, que además se cumple, y no como en nuestra amada Úbeda, Andalucía y España, en general, en donde tenemos un montón de leyes urbanísticas que solo sirven para saltárselas a la torera. Después, Joselillo nos enseñó su casa, que data del año 1850 y que actualmente se encuentra remodelándola él mismo. Nos pareció original en sus plantas baja y primera, por lo que Margui echó múltiples fotos para atestiguarlo.
Casa de Joselillo.
Después, nos volvimos al chalé de Patricia, donde tomamos un aperitivo, como siempre. Vimos que ya había empezado a hacer la paella, a la española, siguiendo el estilo de su madre Paula, que a su vez le había enseñado tía María. Antonio intentó ayudarle, pero casi no le dejaron, aunque al final puso su grano de arena y se hizo de querer y necesitar, como sólo él sabe hacerlo.
Una vez preparada, la trajeron entre Patricia y Antonio a la mesa. Estaba para chuparse los dedos, pues más que arroz tenía carne y marisco que complementaban muy bien su sabor genuino. Alguno hasta repitió y todo. Al final, algunos tomamos la “glace” que tan bien sabe preparar mi prima Patricia.
Después, charlamos un buen rato y nos despedimos de Aurore, a la que ya no la íbamos a ver, pues se levanta temprano, de Émilie ‑su pareja‑ y Nino, el hijo de su pareja, que han venido esta tarde a saludarnos; y ya esta noche se van a su casa ‑pues son independientes‑, no sin llevarse un montón de comida, como siempre que vienen a casa de su madre, para tenerla disponible sin tener que cocinarla…
Y pronto, antes de las doce de la noche, nos hemos despedido de los de la casa para levantarnos mañana a las ocho y media con el fin de desayunar a las nueve y salir a las nueve y media, pues Margui ha metido esta noche en el GPS la dirección de Guillermo que nos dio el otro día por teléfono, cuando estábamos en Burdeos, y ya sabemos que tenemos tres horas y media de viaje hasta llegar a Toulouse.
El día, en lo meteorológico, ha resultado fresco, pero con el sol luciendo en el alto cielo. Es una delicia estar de vacaciones y llevarte la rebeca para paliar el fresquillo que hace.

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