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18-10-2010.
Visita organizada por el Museo Arqueológico de Úbeda.
Autor del texto y comentarista de la visita, Juan Ramón Martínez Elvira.
Autor de las fotografías y director del Museo, José Luis Latorre Bonachera.
La ruta de hoy comienza en la calle conocida popularmente como del Arroyo de Santa María, ya que en ella se formaba el cauce por el que evacuaban las aguas procedentes del Real y plaza de Santa María. Pero oficialmente, desde 1892, está dedicada al Prior Monteagudo. Este conquense (don Alejandro María Monteagudo Garro) fue párroco de Santa María en las décadas finales del siglo XIX y brindó a su iglesia múltiples reformas (las espadañas, por ejemplo) y al pueblo de Úbeda inmenso celo caritativo.
Pero la denominación más perseverante fue la de Las Carnicerías, que se hallaban en su lado izquierdo. Carnicerías Bajas, por oposición a las Altas, que estaban en la Plaza de Toledo. Su emplazamiento aquí dio lugar a que muy cerca (en la actual Baja del Salvador) se situase el otro Rastro (lugar de venta de las carnes).
La de Perafán de Rivera, personaje del XVIII cuyos ascendientes también dieron nombre a la calle (don Juan o don Fernando de Rivera), sirve de límite a las parroquias de Santo Domingo y San Lorenzo. A caballo de los siglos XVI y XVII recibió además la denominación de Ordás, padre e hijo, bachiller y licenciado respectivamente, y ambos hidalgos. En ella tuvo su casa solariega el comendador Diego López Mexía, antes de erigir el palacio de la calle de la Trinidad, al cual se trasladara a partir de 1580.
La calle de Los Molinos responde a la existencia de varios establecimientos de molturación de la aceituna. Su nombre ha permanecido inmutable durante más de cuatro siglos. Vecinos de la calle fueron el “obrero de la ciudad” Luis Hidalgo y Pedro del Cabo “el Mozo”, el cantero más destacado de la época.
Paralela a la precedente, la que hoy se conoce con el nombre de Cotrina o Casillas de Cotrina (apellido de un militar vecino de la calle y propietario de gran número de humildísimas viviendas en ella) no era otra que la de La Mancebía o casa de las mujeres públicas. Bajo su acerado meridional perduran los restos de la Puerta del Baño, llamada así por la existencia en sus inmediaciones de tal establecimiento higiénico.
A través de la inmediata calleja de El Príncipe (antes de Núñez o Particiones) se bajaba a la desaparecida parroquia de San Juan Apóstol o Evangelista, en cuyos aledaños ‑dada la abundancia de aguas‑ estaban las tenerías para el curtido de las pieles. La del Tesorero, la del hospital de San Pedro y San Pablo (denominada “la Grande” o de “Santa Fe”), la del Cañuelo o la de la Salobreja fueron algunas de las emplazadas en la zona.
Traspasado el arco de la Puerta de Granada, tenemos a nuestra izquierda la calle de las Ventanas (de San Lorenzo), también conocida desde el siglo XVI por los nombres de Juan García, curtidor, y de su hijo Luis García de Molina, jurado, así como por la denominación más genérica y polivalente de Puerta de Granada.
Casi frontera a esta, se halla la actual calle de las Atarazanas, también divisoria parroquial. De todos los nombres con que fue bautizada (Quixada, Encarnación, Callejón detrás de las Torres), el más cercano al actual ha sido el de Monreal, que en un principio (hacia la mitad del siglo XVII) correspondió al escribano Francisco García Monreal; y posteriormente a su hijo, el canónigo de la Colegiata de Santa María, don Diego de Monreal. El padre ejerció también como mayordomo de las Descalzas.
Pasamos por último a la calle Luna y Sol, apelativo aplicado en razón de los relieves que, representando ambos astros, adornan la portada de la casa número 10. Sin embargo, esta denominación no fue la más usual, pues la sobrepasaron otras como la de Pedrera o Las Pedreras o la de (Licenciado) Sanabria, de nombre Lorenzo y profesión abogado. Al igual que la anterior, divide a Santo Domingo y San Lorenzo.