Prosa poética, y 23

09-10-2010.
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Poema a Claudia (*)
Cuando viene la paz de esta batalla,
me regalas tu risa amanecida
en la foto prendida a mi escritura,
mientras preño la voz de Mar afuera
con mi verso cansado y tu misterio.

Apareces lechal, tierna, fundida
en la luz de este mar de los fenicios,
yo te miro, gozoso, y tu mejilla
se me funde en un beso ‑ya perdido‑
en las agrias arrugas de mi piel.
Talibana de azul, bosque sonoro
en tu oda primera almuñequí,
y me guiñas, marítima, inocente,
mientras viene la baba y se me cae
por los húmedos poros de mi boca.
Sigues luego charol, limpia, profunda
como flor pequeñita, adormilada
en tu piel de ciruela, y vas y vienes
de tu sueño a mi muerte acelerada,
con la nueva savia que te futurea.
El pañuelo anudado de tu abuela
te da un aire oriental, te deschiniza,
y esa paz que respira y saborea
tu labio leve, tu mohín, tu gesto,
sea tu ángel, mi amor, nuestro destino.
¡Crece, Claudia!, vital, inmensa. Tuya
ha de ser la pomada en mi agonía,
y ojalá aquella ofrenda de los dioses
siembre siempre tu viento y tu sonrisa
en el poema del tercer abuelo.

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