De este modo, se producirá una doble transmutación: por un lado habrá una transformación de los profesores, que deberán abandonar su estatus actual de sujetos a los que se supone un saber, para formar parte de los animadores de diferentes actividades de valores o transversales, de salidas pedagógicas o de foros de discusión (evidentemente concebidos según el modelo de los programas de los debates televisivos), a fin de rentabilizar su uso. También serán animadores encargados de distintas tareas materiales o de refuerzo psicológico. ¡Nada mejor que los colegios e institutos convertidos en parques temáticos lúdicos y divertidos…!
Por otro, la escuela se convertirá en un espacio de vida, democrático y alegre, a un tiempo guardería ciudadana ‑en la que la animación a las fiestas de todo tipo podrá correr a cargo de las asociaciones de padres, y madres, más deseosas de implicarse, con la rentabilidad que conlleva‑ y un lugar libremente abierto, tanto a todos los representantes de la ciudad como a las mercancías tecnológicas culturales que las grandes marcas, convertidas en colaboradoras explícitas del acto educativo, juzguen adecuado vender a los distintos participantes. También surgirá la idea de colocar, en la entrada de ese gran parque de atracciones escolares, algunos dispositivos electrónicos muy sencillos para detectar la presencia eventual de objetos metálicos.
Esta utopía descrita anteriormente se está llevando a cabo con formas y ritmos diferentes en todos los países occidentales. En Francia, se ha sabido explotar la guerra contra las clases populares y los lugares ideológicos que, desde el mayo del 68, han invadido el mercado. Así, en Francia eran, hace más de treinta años, los comités de estudiantes los que proclamaban que los profesores no se debían de contentar con transmitir saberes, sino despertar la personalidad de cada alumno y enseñarle a formarse por sí mismo. Este proceso, al intervenir múltiples reacciones de fuerzas, puede tener aceleraciones y retrocesos. En Francia, fue la derecha liberal la primera que aplicó las reformas derivadas de los acontecimientos del Mayo del 68, que luego la izquierda plural o plural‑libertaria, que se haya siempre a la vanguardia de todo, las continuaría.
Así podremos comprender cómo ‑casi siempre‑ es un poder cultural de izquierdas el que impone a las clases populares la modernización total de la escuela y de la vida que, desde el siglo XVIII, constituye la esencia del programa capitalista, abriendo la escuela a todos los productos de la industria informática, incluso a los más inútiles, para encontrar, sin dificultad, las principales consignas que los dueños del planeta distribuyen a sus empleados políticos para que las presenten en términos pedagógicos e igualitarios y así despistar a los militantes más imbéciles o menos espabilados…
La actual crisis de la escuela prolonga una situación contradictoria pues, por un lado, en la escuela subsisten, junto a costumbres y estructuras totalmente absurdas, auténticos retazos de espíritu no capitalista, así como algunas posibilidades de transmitir conocimiento y virtudes sin las que no puede existir ninguna sociedad decente; pero, por otro lado, gracias al influjo de las reformas liberales‑libertarias, la escuela tiende a convertirse en un conjunto integrado de los diferentes obstáculos materiales o morales a los que debe enfrentarse un profesor que quiera seguir transmitiendo espíritu ilustrado o civismo.
No nos puede extrañar que los estudiantes, de vez en cuando, salgan a la calle para rechazar la escuela de estas características que estamos describiendo. Todo aquel que conozca a la juventud escolarizada sabe de la insatisfacción y la cólera que, ante las condiciones actuales, provoca la escuela. Lo que no sabemos es si son realmente jóvenes cívicos que se rebelan contra el sistema capitalista o son simplemente consumidores, difíciles y quisquillosos, preocupados exclusivamente por la presentación de las mercancías que les ofrece el mercado.
El Capitalismo Terminal se ha marcado como meta la armonización de todos los intereses humanos por medio de la mano invisible del mercado globalizado y sólo puede lograrse si se expande constantemente la adhesión al tittytainment (término propuesto por Zbigniew Brzezinski que significa: ‘cóctel de entretenimiento embrutecedor y de alimento suficiente que permita mantener de buen humor a la población frustrada del planeta’).
La escuela capitalista ha desempeñado un papel fundamental saboteando el aprendizaje elemental; aunque, por muy modernos que nos la imaginemos, nunca podrá competir con los constantemente renovados dispositivos de la omnipresente cultura joven. Así, si se ordena a la juventud que festeje Halloween o se apunte masivamente en cualquier programa de Gran Hermano o de Reality Show, serán los comerciantes y comunicadores de todas las clases los que se encargarán de ello con más motivación, medios o eficacia.
Por ello, también ha llegado la abolición del servicio militar obligatorio, porque ya había perdido su significación y todo interés propiamente militares. Lo que se trata es de conducir a la juventud moderna al consumo generalizado. La organización mundial del tittytainment, cuyo principal objetivo es la juventud, ha entrado de forma definitiva en su fase industrial. En otras palabras, con el fin de lograr la adhesión del mercado de las personas de menos de treinta años al orden establecido, ciertas cadenas de medios de comunicación se presentan como cadenas ciudadanas en un tono moderno, relajado e irreverente, frente a la tradición.
Así, por primera vez en la historia, el dominio del espectáculo se ha podido enseñar a una generación sometida a sus leyes; por lo que llegamos a la conclusión (en la guerra que enfrenta a la humanidad) que el capitalismo ha adquirido mucha ventaja. Por eso, la tarea del hombre es realmente complicada, puesto que el sistema capitalista, que destruye las condiciones existentes, conduce a la humanidad a un mundo inhabitable ecológicamente e imposible antropológicamente. Pero, por otro lado, sabemos que sólo será posible oponerse a este movimiento histórico‑suicida, es decir, salvar el mundo, si solo las generaciones venideras aceptan tomar esta responsabilidad a su cargo; lo que implica que el tittytainment ‑en parte‑ ha conseguido la meta que se proponía y corremos el riesgo de enfrentarnos, cualquiera que sea el destino de la escuela, a un problema que hasta ahora la humanidad no había tenido: no sólo ¿qué mundo dejaremos a nuestros hijos?, sino ¿a qué hijos dejaremos este mundo?
Artículo editado en la revista Ibiut.
Úbeda, 16 de mayo de 2010.