13-05-2010.
Ya cayó la breva, cantó la gallina, parieron los montes… Ya nos ha tocado lo que todos esperaban que nos tocase (y algunos lo esperaban como agua de mayo); ya nos van a reducir el sueldo a los funcionarios. ¡Eureka!
Se ha llegado a la cuadratura del círculo de la eficacia presupuestaria, que siempre empieza y termina por aquí. Puesto que hay que “recortar” gastos, ¿qué medida más eficaz que la de la reducción de los sueldos funcionariales? Admitámoslo: ninguna.
Creo que la opinión pública del país (descuenten con lógica la de los afectados y sus familias) aplaudirá con fervor tal medida, aparentemente drástica, pues… ¡al fin se les pone en su sitio! Existe una amnesia total al respecto. Ya nadie se acuerda de que los funcionarios desde hace muchos, muchos años, vienen sufriendo restricciones en sus salarios, incluso en los mejores momentos de la burbuja del jolgorio y del despiporre. Los sueldos o estuvieron congelados o subían respecto a un supuesto índice de carestía de la vida, siempre bajo y sin ninguna comparación con las subidas que se autorizaban y aplicaban en muchos convenios colectivos; subidas que afectaron a muchos trabajadores no funcionarios.
Claro, ¡es que un funcionario tiene el empleo para toda la vida!, luego tiene que tener por lo tanto ciertas condiciones restrictivas: «Las gallinas que entran por las que salen», que decía un humorista televisivo. Y existían entre la clase funcionarial (y existen) ‑creo que más bien por mala conciencia o porque son tontos del haba‑ los que te comunicaban sus remordimientos por pertenecer a clase tan privilegiada. Vamos, que encima habría que pedir perdón.
Si el que esto escribe se echaba a temblar, cuando el presidente de mirada torva soltaba aquello del «España va bien», con una sonrisa entre cínica y suficiente, porque veía que aquello no era así (a unos muy concretos les fue bien, nada más, y ahora se ve), también se escamó mucho, al ver que el que le siguió a aquel, con sus cejas asombradas y eterna sonrisa, repetía lo mismo o cosa parecida y volvía la mirada para no ver lo más obvio. Los dos impusieron una visión idílica del progreso económico del país, incluso pretendiendo ya, a tales alturas de la impostura, que éramos poco menos que uno de los cuatro puntos cardinales de la economía mundial.
Que todos, o casi, se comportaron como nuevos ricos es indudable. Ni hubo moderación en el gasto, ni directrices para encauzarlo, y menos prevenciones sobre lo que vendría a ocurrir sin remedio. ¡Ja, ja…!
Ahora se saca la original fórmula para atajar la ruina. Se rebajan los sueldos de los funcionarios y ya está.
Me pregunto:
¿Y una buena y eficaz acción de inspección fiscal y persecución del fraude no alcanzaría mejores resultados?
¿Y una correcta revisión e inspección del fraude en el desempleo?
¿Y una más progresiva aplicación del impuesto general y su alza hacia las rentas más altas, sería eficaz o no?
¿Y una reducción de ministerios, secretarías de estado, direcciones generales, organismos autónomos, gabinetes, consejeros, asesores y demás ralea que pulula por todas las administraciones?
¿Y la adecuación y optimización de tantos organismos y puestos duplicados y reduplicados, no sería efectiva?
¿Y la eliminación de esas pensiones, hasta dobles y triples que tiene la facultad de adjudicarse los políticos por esos maravillosos servicios que nos han prestado?
¿Y una legislación que restrinja esas gratificaciones a directivos y altos ejecutivos de bancos, cajas de ahorros y sociedades de inversión o gestión económica?
¿Y la centralización, en un órgano de eficacia garantizada y con capacidad ejecutiva, de las cuentas y de los gastos y partidas de los reinos de taifas existentes, que pudiese desautorizar los dispendios que en cada zona se inventan a cuenta de su idiosincrasia y de su autonomía?
¿Y no creen que existe tal gasto en sueldos de funcionarios porque, en realidad, todos y cada uno de los que tienen poder (sí, me refiero a ellos) se han dedicado a inflar la nómina de sujetos, que adquirieran esa condición por la gracia y el arte del partido político de referencia en cada sitio y área de poder? ¿Y que les ha importado un pimiento hasta dónde eso era una política demencial, pues sólo han buscado las rentas inmediatas del poder afirmado…?
Creo que me quedo corto en estas preguntas/propuestas de eficacia económica; corto y, verán ustedes que, esperando a que alguien, con la facultad y la capacidad e interés y arrestos suficientes, las responda. Ni quienes ahora tienen, ni quienes luego los podrán tener.
Si volvemos la vista un poquito solamente hacia atrás, ¿habrá alguien que tenga la desvergüenza de negar que la culpa de todo lo venido no la tienen los funcionarios?
Entonces tendrán que explicar el porqué habrán de ser estos, casi en exclusividad y de inmediato, quienes tengan que pagar el pato de los desastres que otros causaron.