12-05-2010.
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Martes
«Ni te cases ni te embarques», afirma el refranero. Mejor dicho, niega. No he conseguido saber el porqué de esta sentencia.
Porque siendo el martes el día consagrado a Marte, dios de la guerra, podría prohibir otras cosas. Por ejemplo: la lira, el piropo o la retirada; y defender a capa y espada el acoso, la violencia y las heridas.
El magnífico Valle‑Inclán caricaturiza el militarismo de su época en el esperpento de “Martes de Carnaval”, uniendo así el bochorno de la guerra con los disfraces carnavalescos. Pues nada, que no me sale de dónde puede venir el dicho popular.
A Nelson sí le salía todos los martes el ímpetu y la bravura. Era un martiano, si se me permite el palabro y no me salen los puristas con que ese vocablo no existe. ¡Eso ya lo sé yo! Sí existe la acepción –ano. 1. suf. Forma adjetivos que significan procedencia, pertenencia o adscripción.
Nelson tarareaba con sus labios enjabonados el tango “Melodía de arrabal”. Ningún martes fallaba Gardel. El martes era uno de sus días eufóricos y, sobre todo, guerrero.
No sé muy bien por qué, pero debía ser cuestión del biorritmo, probablemente. Zumo naranja y dos tostadas, no había guinda esta vez, y el cigarro al volante, mientras oía las noticias (el «parte», decía él).
Poco a poco entraba en bravura. La velocidad de la mañana le subía la tensión y así llegaba a la oficina.
Son los martes días de sosiego laboral y de equilibrio doméstico, pero nunca neutros a pesar de los refranillos. A nuestro personaje le gustaban y ‑si caían en 13‑ se corría de gusto.
—¿Por qué habrá un martes y 13 tan de higos a brevas? —solía preguntarse—.
Arrabal en los zaguanes
del escondite en ruinas,
y ahuecado en cada martes
con sus treces a la espalda…,
puntualmente.
del escondite en ruinas,
y ahuecado en cada martes
con sus treces a la espalda…,
puntualmente.
Queda dicho que siempre Gardel. El tango le alargaba la nuez, le inflaba el pectoral y, al mismo tiempo, le aplanaba el buche. Operación rentable que le regalaba tres estéticas de un golpe.
Luego, a la vuelta, se colocaba el video ese y, claro, ella lo sabía. Todos los martes funcionaba como un Rolex.
Se lo contaba todo. ¿A quién? A su conciencia, claro, o ¿a quién se cree usted? Había cosas que sólo las contaba los martes y siempre a su conciencia, que también era martiana, es decir, laxa, generosa, indulgente y bastante plácida.
No en balde para Nelson, martiano venía de martín, martillo, Marte, martes y martingala. Un juego de palabras que, aunque reconocía ilógico, le complacía.
El martes, ese día anodino y cachivache, que a este cronista no le gusta nada. No, no es maleficio de refranero, sino experiencia y uso.
Día de mercaíllo, de sarampión, de reuniones inútiles, de compra semanera y de mascota. Efectivamente hoy es martes, cuando escribo este apunte.
Es mi día inseguro, vegetativo, descuidado y bastante hueco. Nada espero de este martes, ni del pasado, ni del que vendrá.
Y, sin embargo, él, tan orgullosamente guerrero, me da su mano a cambio de mi vigilia y, encima, nunca puedo serle fiel.
Le escribo a veces en mis diálogos nocturnos algo parecido a esto:
«Yo mismo fui un huracán un pez
una cebra mi propio hermano.
Ahora me gano la vida de marioneta».
una cebra mi propio hermano.
Ahora me gano la vida de marioneta».
Nelson no me comprendería, desde luego. Que su martes guerrero sea mi martes martirio, sería pedirle demasiado.