Las ermitas, y 6

11-05-2010.
Y de San Ginés ‑lo prometido es deuda‑ a Santa Quiteria; que también hubo algún templario descarriado que se hizo ermitaño por estas tierras, bajo la luz de esta santa.

Como yo no ando muy ducho es estas lides, me he permitido ayudarme de la sabiduría sacra de Felicísimo Pereda, que debe o debió vivir el hombre en Higueruela, pues que de allí es patrona nuestra santa, y ello porque me ha llamado la atención la prudencia y la humildad con la que este devoto inicia la andadura, al hablar sobre la Santa Quiteria.
«No es nada fácil», nos dice Felicísimo, «el delimitar qué es historia y qué es leyenda. Todo ha llegado hasta nosotros con el rodar de los siglos, entremezclándose la una con la otra».
Según la mayoría de los autores, el padre de Quiteria se llamaba Lucio Castelli; y su madre, Calsia. No sabemos cuándo nació, pero debió ser entre los siglos I y II y, aunque la fe cristiana ya se extendía por Hispania, sus seguidores eran pocos.
Lo que sí sabemos es que los padres de Quiteria eran paganos (adoraban a los dioses de Roma) y que Calsia, de un solo parto, tuvo…, nada más y nada menos que nueve hijas: Genoveva, Liberata, Victoria, Amelia, Germana, Gemma, Marcia, Basilisa y Quiteria. Cuando el esposo comprobó la fertilidad asombrosa de su esposa, dudó de que esas nueve niñas fueran hijas suyas y mandó a Sila, la fatigada comadrona, que las arrojara al río. No lo hizo y buscó entre las mujeres cristianas quien cuidara de las niñas. Aquellas niñas se hicieron doncellas hermosas y deseables, hasta llegar a la encrucijada de que Quiteria fuera decapitada por no querer perder su doncellez.
Cuentan que fue decapitada y arrojada al agua pero que, milagrosamente, emergió de las aguas con la cabeza en la mano. De hecho así se la representa.
Es Patrona de Higueruela, pequeña población de la provincia de Albacete, población que tiene en sus cercanías la famosa Cueva de la Vieja, donde los hombres primitivos dejaron patente su presencia en unas pinturas rupestres esquemáticas, tan parecidas a las de Fuencaliente que parecen estar pintadas con las mismas manos.
También, la Imagende esta santa tenía el poder de aparecer y desaparecer a voluntad propia. Visto está que este misterioso poder de ir y venir no es exclusivo de nuestra Virgen de la Cabeza, sino que es propio de la fe de los pueblos, pues cuentan que, en Samper de Calanda, un pastor de Híjar (ambos pueblos son de Teruel) encontró la imagen de Santa Quiteria. La Santa fue llevada a Híjar, pero a la mañana siguiente la imagen apareció en Samper, llevándosela de nuevo los hijaranos, creyendo que la habían robado.
La encerraron, mañicos ellos, en un arca con cuatro talegas de trigo encima; pero al día siguiente estaba en Samper de nuevo. Era imposible que la hubiera robado nadie. Este fue el primer milagro de Santa Quiteria en Samper; después llegaron otros, sobre todo en la curación de enfermos.
Quienes han visitado su ermita en Samper, dicen que hasta hace poco se podía ver la ermita llena de formas del cuerpo humano, talladas en diferentes materiales, muestras de acción de gracias a la Santa que curó esos cuerpos de carne flaca.
Santa Quiteria, una mujer, virgen y mártir que se quedó sin cabeza ycuya devoción llegó hasta nuestras tierras, desde Teruel, para demostrarnos que en cuestión de milagros, hay muchos sitios en los que se cuecen habas.
Junto a Santa Quiteria y bajo el mismo techo se veneró a San Mancio, santo al que el pueblo ha llamado por estos pagos “San Amasio”. Lo de menos es la derivación que el habla del pueblo ha hecho de tal nombre; lo de más es la tradición mágica de San Mancio, un santo brujo donde los haya.
Y acabo con un intento: el sano pero difícil intento de hacer justicia a un investigador de Andújar, tan infatigable como minusvalorado en su tierra. Estoy hablando de ese hombre joven, Jesús Ángel Palomino, ya citado en el tema de las ermitas, que busca entre la difícil memoria de nuestra historia, la ubicación de cada uno de nuestros palacios, iglesias, capillas, ermitas y casas solariegas, denunciando con prudencia, yo diría que franciscanamente, el expolio que hemos consentido.
De sus escritos he aprendido el paradero infame de las ménsulas de la portada de la Casa de Piédrola, que estuvo situada en la Plaza del Mercado; incluso los escudos de su portada, de los que antes hemos afirmado que andan por el Pazo de Meirás, en Galicia. Callaré, por respeto a la memoria de los muertos, dónde están las ménsulas, pero les daré una pista: en una Viña de Peñallana.
Y, abundando en expolios (¿acaso no es esta otra venganza de los templarios?), pondré el dedo en dirección norte, para denunciar que una maravillosa reja de ventana,que andaba clavada sobre los muros de lo que hoy es Palacio de Justicia, la Casa Cárdenas de los Condes de la Quintería, se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. ¿Hasta cuando seguirá este historiador de prestigio clamando en el desierto?
Ermitas, palacios, solares palaciegos, escudos, rejas, relicarios y reliquias, mosaicos y hasta púlpitos han desparecido de la faz cristiana de nuestra ciudad que, extasiada por siglos, ha consentido una rapiña pertinaz y de tal calibre, que sólo se puede explicar si de por medio andan los poderes ocultos.
Esperemos que lo poco que nos queda no sea pasto de los brujos.

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