04-12-2009.
Uno de esos hombres clavados en el granito de la fe es otro trinitario, el Padre José Antonio Ramírez Muñoz, quien, en una de sus afirmaciones, dice algo que confirma o apuntala nuestra teoría:
Si siempre el mundo ha sido oscuro, difícil de interpretar y, al mismo tiempo, un interrogante, quizás con más razón debemos decir esto del misterioso Medio Evo.
Por una parte, las guerras de cariz fundamentalmente religioso: la oposición entre musulmanes y cristianos en armas e ideología.
Por otra parte, el sentido casi supersticioso de la vida, incluso dentro del más estricto cristianismo, quizás debido a la decadencia de las estructuras eclesiales y a los intereses eclesiásticos de los príncipes cristianos. El Medio Evo, un tiempo fascinante, sí, para el historiador; pero, en algún modo, denigrante para la historia.
Cierto es lo que dice el padre Ramírez Muñoz; porque, si la Orden del Temple tiene un francés por fundador (Hugo de Payens), quien, en 1118, se planta ante Balduino de Burgo (más tarde Balduino II de Jerusalén) para que nueve años más tarde, en 1127, el Papa Honorio II autorizara la Orden del Temple en el Concilio de Troyes, es también el francés Juan de Mata quien, en 1198, obtiene del Papa Inocencio III una bula que remite a la Casa de Cerfroid, para que, bajo los votos de castidad, pobreza y obediencia, le den un matiz especial a la Orden Trinitaria: la redención de cautivos.
Así, mientras los templarios luchan como cruzados en todos los frentes cristianos de oriente y occidente, desde Armenia hasta las fronteras con Al Ándalus, para mermar el poderío de la Media Luna, los trinitarios hacen lo mismo, sobre todo en la raya de Castilla con Andalucía; pero guardan parte de su botín y repartimientos en rescatar a los cautivos que caen en mazmorra y cadenas.
Es decir, que mientras los templarios atesoran tierras, posesiones, catedrales y conventos con enormes tesoros, los trinitarios, por voluntad de Juan de Mata, “apartan” un tercio de la soldada para rescatar cautivos. Visto está que, en la larga y oscura noche de la Edad Media, apareció una llama de solidaridad. Esa llama tenía forma de cruz: una cruz roja y azul sobre sayas blancas.
Que los trinitarios guerrearon contra los árabes en la conquista del Santo Reino es tan evidente como que lo hicieron los templarios. Sus votos eran los mismos, su fin el mismo, sus aliados los mismos: los reyes cristianos de Navarra, Aragón y Castilla.
Así, mientras los templarios acumulan riquezas y tierras sobre su voto de pobreza, con sus misteriosas y controvertidas cabezas (bafometos Supuesto ídolo o deidad. o caputs) y sus vírgenes negras, los trinitarios se ganan a los reyes con el aval del “rescate de cautivos”. Cada cual aplica su método a mayor gloria de la cristiandad.
Así lograron que Alfonso VIII, Pedro el Cruel y sobre todo, Fernando III y Fernando IV concedieran un cúmulo de favores a los Caballeros de la Santísima Trinidad que impresiona tanto como molestó a los templarios.
Así, Pedro el Cruel ordena que sean repartidas para los trinitarios todas las mandas testamentarias; Fernando IV los convierte en depositarios de todo lo que se llevaba el Estado; y Fernando III dona un cúmulo de casas y palacios que convertían a las ciudades conquistadas en feudos trinitarios.
¿No han tenido ustedes la suerte de caminar por la calle Trinidad de la ciudad de Úbeda, donde muchas de sus casas tienen una cruz trinitaria en su dintel? ¿Qué ocurrió en Andújar para que sólo quede una cruz trinitaria, precisamente bajo la celosía y sobre la puerta tapiada del Convento de las Trinitarias? ¿Qué ocurre en Andújar, hoy, en pleno siglo XXI, para que a su único hijo beatificado, el trinitario Marcos Criado, se le tenga abandonado como si de un fantasma de piedra se tratase? ¿Qué ocurrió a través de los siglos en Andújar para que desaparecieran todos nuestros archivos principales y tengamos que viajar hasta Baeza en busca de algún legajo? Algo importante habría que ocultar a las generaciones de la libertad juntera; algo que sólo interesaba a quienes ostentaban el poder; y el poder, hoy como ayer, lo ostentaban los conquistadores. El signo de la cruz imperó sobre la Luna Menguante.
Si el Temple arde en la hoguera de la Isla de los judíos… ¿Qué pasó con sus cenizas? ¿Adónde huyeron sus desertores? ¿Quiénes les dieron posada y discreción a cambio de sus riquezas? ¿Hubo templarios en Andújar? ¿Hasta cuándo?
Algunos, yo diría que bastantes, tendrían que vivir entre nuestras murallas, a las claras del día, ocultos o tránsfugas; porque, cuando Clemente V condena al Temple y la desbandada se convierte en zarabanda por las tierras de España y Portugal, aparece, en la iglesia de Santa María la Mayor, una relación de templarios andujareños con el objeto de confiscar sus tierras y posesiones.
¿Les habría dado tiempo a los templarios de Andújar a cobijarse bajo otras órdenes a cambio de recíprocas prebendas? Claro que sí.
Es sospechosa la ausencia de signos templarios en la ciudad de Andújar que, como Úbeda, Baeza y Jaén, sintió sobre sus mezquitas el peso de la cruz templaria, en los primeros años del siglo XIII.
Es sospechoso, cuando precisamente es aquí donde el rey Fernando III el Santo se aposenta; cuando con el arzobispo don Rodrigo y su madre doña Berenguela hacen de Andújar una verdadera corte.
Ello da lugar a que el paúl Miguel Gutiérrez escriba:
Esta buena madre infundió muy hondo, en el pecho del niño Fernando, el santo amor a María; y ésta, de los cielos y tierra reina, lo acompañó en todas sus conquistas.
El conquistador de la tierra de María Santísima llevaba siempre, colgada del arzón de su caballo, la imagen de María, que colocaba en un altar en su tienda de campaña; por ello no dio batalla que no ganara.
Y, a más abundancia sobre la crucial estancia del rey santo en nuestra ciudad, ciudad que fue punto de partida de numerosas e importantes conquistas, el arcipreste don Juan Rubio nos dice:
En 1228, el rey entrega a los calatravos Martos y Porcuna, quedándose con Andújar y pudiendo hacer ya en el invierno distintos asientos de poblados y repartos de tierras, cercenando la concesión de donadíos. Si bien concedió algunos, consistiendo en dos casas, situadas en la ciudad de Andújar, a la Orden de Santiago en 1239…
También la Orden del Temple se avino con varios caballeros para sostener el hospital de Santa María.