Crónica de un entrañable encuentro, 1

Por fin ha llegado el Día D, tan ansiado, de la reunión de Los Sánchez Cortés… Es un día pleno de sol y luminosidad en la Ciudad de los Cerros . El calor muestra ‑sin rodeos‑ sus señas de identidad, especialmente en estas fechas del estío ubetense. Ni una nube blanca surca el azulado cielo en esta Ciudad del Renacimiento Andaluz que mira al Sur…

Mas, la extensa progenie que fundaron Fernando Sánchez Martínez (1881-1960) y Antonia Cortés Berbel (1885-1972) que se casaron en San Pablo el 14 de octubre de 1911, tiene cita ineludible, a las dos de la tarde, en el incomparable marco del Parador de Turismo, tan próximo a la primera vivienda familiar ‑C/ Alta del Salvador, 3‑ donde nacieron sus siete vástagos. Es un encuentro fraguado a raíz de la muerte, el pasado año, de cuatro de sus componentes mayores: Dora, Pepita, Paule y Mariana, que nos hicieron pensar, a mi hija y a mí, la conveniencia de convocar y celebrar un evento alegre, mejor que los tristes y amargos momentos que se viven en los entierros o defunciones de los mayores más queridos…
Ya, antes de la hora fijada, van apareciendo por el Paseo Bajo diferentes componentes del clan familiar, que observan cómo se encuentran las inoportunas y lentas obras de la ancha explanada de la Iglesia del Salvador. Ascienden por las amplias escalinatas del Parador de Turismo y se topan con la grata sorpresa de que su entoldado patio se encuentra instalado de gala para recibirlos, cual si fuera un casamiento, con una copa de espera, donde se van a producir tantos y tan emotivos encuentros que alguno de sus componentes ya se imaginaban… Al fresco del renacentista patio, que ha sido regado con fresca agua, va tomando posesión esta extensa familia.
Conforme se va acercando la Hora H, se va poblando de infantes, niños, jóvenes, maduros y mayores, en armoniosa miscelánea de edades, que se abrazan y saludan efusivamente. Los que se ven a diario en la ciudad de los patriarcas se muestran alegres, por tener un motivo común para juntarse; pero, en los que vienen de otros lugares de España: Madrid, Toledo, Murcia… se incrementa el contento del reencuentro, que va adobado de abrazos y besos, muy sentidos, donde a menudo fluyen sentidas lágrimas que no quieren reprimirse… Pero es cuando entran los componentes de la rama francesa y se reencuentran ‑o se conocen por primera vez, en la vida, con el resto de familiares‑ con los mayores del clan: María y Fernando, cuando la emotividad y las lágrimas llegan a su culmen… Así, Joselillo y Patricia, con sus respectivas descendencias, son quienes aportan ‑aún más‑ vitalidad y dinamismo a esta reunión, viendo en ellos ‑los mayores‑ a su hermano José que se fue tempranamente al Santo Cielo e identificando a aquellos, a Fernando y María, como si su padre ‑o abuelo‑ José hubiese bajado al Parador para celebrarlo. Los maduros disfrutan con el encuentro, así como los jóvenes e incluso los niños que, a pesar de hablar dos idiomas distintos: francés y español, se entienden de maravilla, pues la ingenuidad y bondad que les caracteriza les proporciona la sabiduría de ser ramas del mismo tronco Sánchez Cortés que los unifica. De dos a tres de la tarde, entre copas y aperitivos, se va hilvanando y trenzando aún más esa consanguinidad que todos llevamos dentro.
Puntual llega Bújez, el fotógrafo, a quien se le había requerido para que, como buen profesional, inmortalizara a todos los asistentes. Debido al calor y a las obras, lo que en un principio se había pensado: hacer la Foto de Familia con el Salvador, Santa María o el Palacio de las Cadenas (Ayuntamiento actual) de fondo, se decide cambiarlo por el acogedor patio del Parador. Bújez, desde la galería superior, nos inmortaliza una y otra vez, acompañado de sonoros gritos o aplausos que vamos diciendo en una cadencia: Sán-chez Cor-tés, en lugar de la socorrida pa-ta-ta…, contando y numerando verbalmente las fotos que se van echando, mientras los componentes del clan familiar están abajo, con su anhelante y alegre mirada fija hacia arriba, como si nuestros antepasados fuesen a aparecer desde el Cielo de la Úbeda de sus sueños…
A continuación, tras una hora de intensos encuentros de todos con todos y entre las diferentes ramas de este frondoso árbol familiar, deciden pasar al comedor, donde les esperan las acogedoras mesas redondas, de ocho miembros cada una, sobre las que van a paladear un exquisito menú, que viene impreso en bilingüe (español‑francés) en las tarjetas amarillentas que hay junto a los cubiertos y platos. Vamos departiendo todos estos momentos inolvidables, que bien quedarán en el recuerdo y en el propio corazón de los noventa presentes. Durante la comida, los niños están en una mesa alargada, en el salón contiguo, siendo su comportamiento encomiable y, además, disfrutando de la reunión, que acabará con película familiar incluida y que hará las delicias de todos Los Sánchez Cortés, estén presentes, ausentes o en el Más Allá… Las múltiples fotos son un derroche de flashes continuado que hará memoria perenne de este dulce y sabroso encuentro humano…
Antes de comenzar la comida, yo, por sorpresa, les anuncio que por expreso deseo de mi padre, Fernando Sánchez Cortés, van a ser invitados, pues él tiene el gusto de hacerlo cual si fuese la boda de sus padres, que son los que desde el Cielo nos han convocado a este entrañable encuentro. A la vez, les digo que mi familia nuclear también tiene la deferencia de regalarles el DVD y el cuadernillo de direcciones, teléfonos, emails… que se entregará al final de la comida. Hay gente que protesta y dice que eso es demasiado…, pero como es voluntad del varón más longevo de la familia, se le respeta, aunque se va tramando, a lo largo de la comida, un nuevo encuentro al día siguiente, domingo, en el Hotel Ciudad de Úbeda… Durante la comida hay un continuo ir y venir a las mesas de los dos decanos Sánchez Cortés para transmitirles afecto y agradecimiento… Fernando es requerido, una y otra vez, para que firme y dedique las tarjetas de boda, aprovechando para besarlo y darle las gracias por todo.
El comedor adquiere una luminosidad y una viveza que difícilmente volverá a repetirse, pues todos Los Sánchez Cortés charlan y departen desaforadamente, aprovechando cada momento para solidificar este gran edificio que hoy se construye.
Llegan los postres y se brinda ‑con champán‑ por Fernando y Antonia, nuestros patriarcas, vibrando de emoción y nostalgia tanto los presentes como los ausentes, vivos o ya difuntos, que asisten emocionados desde el Cielo de los Justos…

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