11-10-2009.
El sábado pasado, 10 de octubre, he acudido a la visita de “Los restos de la cultura judía en la ciudad de Úbeda”, organizada por el Museo Arqueológico, y me ha parecido increíble en su explicación y asombrosa en su visión. Increíble, por los conceptos que nos ha ido transmitiendo el presentador, José Ángel Almagro Alises; y asombrosa, por el contenido que hemos visto en las dos casas que hemos conocido interiormente.
Para daros una idea de ambos aspectos, acompaño mi comentario con una selección de fotos y con el contenido que hemos leído en el tríptico que se nos ha entregado, resumen de las sendas presentaciones que nos ha hecho el guía, antes de cada visita.
Cuando Abraham dejó de vender los idolillos que fabricaba su tío y pasó al otro lado del Tigris, no podía ni sospechar la gran revolución religiosa que su idea y credo del Dios único iba a causar, milenio tras milenio, en el mundo conocido. Todo tipo de guerras de religión, más otras contiendas pretendidamente amparadas en cada credo ‑todos hijastros del Libro de Moisés‑, asolan el mundo hasta el día de hoy.
De manera que el fanatismo religioso que los hombres han hecho del Pentateuco de Moisés, cuna y origen del Cristianismo y del Islamismo, ha abanderado multitud de guerras. El egoísmo de los seres humanos viene pisoteando las enseñanzas de los líderes del Dios de Abraham: Moisés, Jesús y Mahoma. Respecto a los judíos, encontrándose desterrados en su patria, ya desde muchos siglos antes de Cristo, lograron mantenerse unidos en su modo de vida (religioso, social y artístico) gracias a la estricta observación de las leyes gaónicas y rabínicas, expresadas en el Talmud, explicadas en la Mishná y comentadas en la Guemará.
No pudiendo dirigir ni habitar su país, se entremetieron en todos los reinos del mundo antiguo, medieval y moderno; incluso en los gobiernos contemporáneos, como en el caso de Marruecos y Estados Unidos, entre otros. En realidad, nunca faltaron los grandes consejeros, primeros ministros, validos y chambelanes, tanto en los reinos orientales como en los occidentales. Ya, el manuscrito judío escrito en Úbeda en el año 1291, nos relata las cenas, en camaradería, del rey persa con los judíos cortesanos, dándonos incluso sus nombres. Otra actividad copada por los israelitas fue la acuñación de la moneda, desde su aparición por el siglo VII a. C. hasta principios del XX, sellándolas con su primer símbolo, la estrella judía, que se puede ver desde las monedas sasánidas hasta las marroquíes del siglo XX; también presente en las monedas de Malaka, de época judaica‑fenicia; todas ellas debidas a la labor de los hebreos en las llamadas “casas del tesoro”. De manera que el judío manejó la moneda y el lingote de plata y oro desde los tiempos históricos, hasta el que se extraía de las minas españolas en las Américas.
En la España de la reconquista, los israelitas acapararon los puestos de almojarifes y tesoreros, fueron grandes validos de los reyes, sus médicos, orfebres, diplomáticos, etc. Como judíos conversos, continuaron al servicio directo de reyes, emperadores y papas. En ciudades como Jaén, Úbeda y Baeza, los descendientes de los hebreos convertidos formaron el grueso de todas las casas de nobleza andaluzas. De manera que, todos los palacios ubetenses y las capillas de sus iglesias obedecen al tesón y obsesión de éstos por acrecentar sus antiguas fortunas y aparecer ante la Iglesia como los más piadosos ciudadanos.
A las primeras generaciones de judíos conversos, hay que considerarlas todavía como israelitas del credo de Moisés. Cuando eran descubiertas por el Santo Oficio, perdían sus escudos nobiliarios, que eran borrados, como en tantos casos, en las capillas de Úbeda y Baeza. También eran condenados a pagos millonarios en escudos de oro; otros eran martirizados y quemados vivos. Los reconciliados eran vestidos de penitentes, portando el cirio encendido en la mano. La mayoría de las cofradías antiguas fueron fundación de judíos conversos; también se debieron a ellos las hornacinas con imágenes en las casas de los barrios: todo era poco para demostrar su piedad de puro cristianismo. De ahí viene también la costumbre de la matanza y alimento de los derivados del cerdo. Incluso la devoción a la Virgen de Guadalupe, inspirada en la imagen del pueblo de Extremadura, se debió a los judíos conversos. Estos eran gran mayoría entre los jerónimos guadalupanos, pues el gran convento dio acogida a todo israelita hecho fraile hasta la época de los Reyes Católicos.
José Ángel Almagro Alises.
Como os había anunciado, seguiré informándoos de las dos próximas visitas, que serán presentadas por sendos asociados nuestros. Espero que resulten amenas e interesantes; simpáticas y cultas; agudas y humanas.