
Pero nos habíamos olvidado, enfrascados en los enigmas, del verdadero protagonista de éste capítulo: Francisco Calzado Gómez.
De sus manos, limpias de polvo y paja, tuve la dicha de recibir amistad y consejos, historias y cuentos, mientras apurábamos una taza de café en la Cafetería Ateneo, con la complicidad de Santiago de Córdoba, amigo mutuo que, durante la década de los ochenta y parte de los noventa, hizo de su cafetería una Arca de Noé para historiadores, políticos, poetas, músicos, ceramistas, pintores y escritores, que buscábamos comunicar y escuchar a otros, cosas ambas que tanta falta hacen hoy. Desde ese lugar, que se hizo famoso, no sólo en Andújar sino en la provincia de Jaén, con Las tertulias de los martes de la Cafetería Ateneo, es donde hoy, reconvertido en la redacción del periódico local PLAZA VIEJA, escribo estas páginas.
A la vista está que los laberintos de la vida tienen, casi siempre, una única salida. De Paco Calzado, dos anécdotas y un epílogo. La primera está escrita de puño y letra por el poeta y amigo en común, Alfredo Ibarra, cuando, en el prólogo de El enigma de la Virgen de la Cabeza,escribe: «Cualquier discurso serio tiene un desierto que atravesar. Era necesario que este libro reposara antes de valorarlo, antes de difundirlo».
La segunda, también tiene forma y formatos gráficos. Esta vez, la de una grafía temblorosa, escrita el 6 de abril de 1994, cuando Paco Calzado, con los pies subidos ya en el estribo, me dedica su último libro: «Para iniciar una andadura, tú me has abierto el camino…, ¡con qué gracia, con qué tino, paladar y galanura! Gracias, hermano Pablo Utrera, con mi más fuerte abrazo».
Aquel libro, que iba a ser presentado por Matías Prats ‑el vocero del mítico gol de Zarra a la selección de Brasil‑, acabé presentándolo yo, en las caballerizas del palacio de los Niños de don Gome. ¿Otra casualidad?
El epílogo de mi historia con Paco Calzado aún está inacabado. En abril pasado, me encontré a su viuda Ana Gómez. Le sugerí la necesidad de darle una lección de trabajo, honradez y humildad a los sabihondos de Flash Back, reeditando el libro, agotado hace tiempo, de Paco Calzado. Ana me miró con la paz interior que ella sólo debe poseer y me dijo: «Eso es cosa de toda la familia».
Luego me dio las gracias y siguió andando parsimoniosamente, bajo los naranjos de la Plaza de España, dejando en mí la intuición de que más pronto que tarde se volverá a editar tan mágica obra.
¡Qué gran lección la de este andujareño de oro, tan querido en vida como recordado en su ausencia! Él, que se pasó toda una vida recopilando datos, buscando pruebas, soportando chanzas, buscando luces con las que iluminar el Enigma de la Virgen de la Cabeza, no tuvo prisas por sacar a la luz su libro. Lo maduró, lo rumió, lo abrazó y le puso alas después de casi cincuenta años de búsqueda. Enorme lección póstuma la de Paco a personajes de Producción precoz,como el ya citado Iker Jiménez, al que le han bastado cincuenta horas y un viaje relámpago al Cerro, para erigirse en el sumo sacerdote del cambalache amarillista. Y además, mientras Paco Calzado agotó su edición, la mejor edición sobre la búsqueda de la imagen desaparecida, entre los años vividos y los años de silencio eterno, este oportunista, sin llegar a best seller, tiene que repetir edición. ¡Así está el mundo cultural en la actualidad!
Podría desmenuzar, página a página, el gigantesco trabajo de investigación seria y de primera mano de Paco Calzado, en busca de nuestra identidad perdida; podría profundizar en su novedosa y respetuosa osadía, utilizando métodos humanos y divinos para intentar el hallazgo; podría subrayar su prudente espera, su inmensa fe, su larga esperanza en la confección del libro; pero no lo voy a hacer, porque estoy seguro de que más temprano que tarde, la sociedad andujareña abrirá los ojos, separará la paja de Iker Jiménez del grano de Paco Calzado y pedirá, como pido yo, la reedición de su libro, que apabullará a aquellos que, sin cotejar ambos textos, se han tragado las teorías livianas y superficiales de este visionario de ovnis, ahora descubridor de tumbas, que es el alavés Iker Jiménez.
Acabamos este apartado con sus palabras; palabras con las que no tendré que apuntar hacia nadie, porque al buen lector, las indicaciones le sobran. Estas son las palabras de Paco Calzado, palabras que conforman la red de mi argumento, de mi crítica al método utilizado por Flash Back y sus discípulos:
«Si se ha demorado por algún tiempo y muy conscientemente la edición que el lector tiene en sus manos, lo ha sido, más que nada, por un elemental sentido de la prudencia, de la responsabilidad, por cierto pudor también, inevitable ante un tema tan entrañable».
Palabras sabias de un hombre bueno. ¡Gloria y honor a Paco Calzado!