Poesía inédita, 13

24-07-2009.
DE SOLEADA SOLEDAD’O4
Este poemario último está todavía sin perfilar y ‑a lo mejor‑ se queda así, en un boceto. Tiene versos de Metálica paloma, de Prosa rota y de Heredada memoria, un batiburrillo muy disparejo y bastante elocuente.

Yo soy de los que piensan que los poetas también deben jubilarse. Yo, desde luego, ya lo he hecho, y no voy a escribir más versos. Por eso, Soleada soledad quedará así, compuesta por retales. Pero encierra algunos de los poemas más bellos y sentidos que he escrito. Los poemas 144‑145‑146 pertenecen a Metálica paloma (1997‑2000).
144
De las últimas cerezas
[…]
2
Ardiendo entre estos aires,
verano en sus pañales,
cuarenta y tres almunias
regalo de tu piel.
Silueta en la ventana
de eróticas reliquias,
mi sueño en tu paisaje,
y un limbo de metal.
Aún quedaban huellas
de desamores idos,
cuando tu hiedra atrapa
los troncos de mi piel.
Entonces yo te amo…
irremisiblemente.
(Metálica paloma, 1997).
3
Cómo naces ‑amor‑ cómo amaneces
esculpido en mi gubia y desnudado,
cómo besas mi beso y –recreado‑
vibras, vuelas, te enciendes… resplandeces.
Cómo orientas mi pie, cómo engrandeces
mi diario compás acompasado,
cómo llenas de brújula, a mi lado,
los futuros periplos… ¡Cómo creces!
Cómo marca tu huella. Con qué prisa
se dibuja mi rostro en tu sonrisa
y te siembras ‑sonora‑ en mi llanura.
Cómo libre y austral, con cuánta hondura,
se me clava tu erótico paisaje:
suave, fértil ‑inmenso‑, hecho lenguaje.
[…]
Quiero morirme mirándote en el viento
que sube por tu cintura,
y, de vez en cuando, allí, entre los guiños,
pongamos sin querer, casi sin darme cuenta,
recrearme en tu faz de caramelo.
Quiero morirme de pie, y en un instante
apresuradamente tuyo,
y asfixiado en el agua de esa alberca,
anegado de ti, hinchado el sexo,
y viendo siempre ebrio tus alas de paloma.
Quiero morirme de cuajo, arrinconado
en tu pliegue de mimbre,
y que nunca, ojalá, trunque esta fiebre
la fiesta del último domingo;
porque siempre ‑no falla‑ hay un horóscopo,
«despidiéndonos del sol de y los trigos».
Quiero morirme metiendo en mi saliva
tu grito azul metálico,
y entre el sabor de los dátiles nocturnos
liarme ya tu manta a mi cabeza,
ligada y lenta, paloma tuyamente.
Quiero morirme sin voz, a tajo hecho,
olisqueando tu vientre de acerolas,
y por un quizás, tal vez, acaso suene
la flauta del edén, ya conquistado,
entre tus siluetas pentámeras.

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