
¡Qué lejos estamos de la conducta señorial, discreta y permanente de Paco Calzado que dedicó en silencio y eternamente su vida a la búsqueda de la imagen primitiva y perdida de la Virgen Negra del Cabezo!
Alejémonos pues de la quincalla y acerquémonos al oro aquilatado de este andujareño de pasión y gloria que fue Paco Calzado, andujareño que dejó en mantillas, sin él haberlo procurado, a la sensitiva Visionaria. de Flash Back, cuando en uno de sus libros, del que vamos a hablar muy pronto, nos dice:
«Una tarde nos visitó, en nuestro despacho particular, una mujer de bastante “buen ver”, vestida de negro, con una gran melena, morena, de unos 28 ó 30 años.
Había llegado desde Madrid con un taxi, con otros dos jóvenes. Dijo que había estado en el Santuario y que le había pedido permiso a los trinitarios para efectuar unas excavaciones y desenterrar la imagen de la Virgen.
Yo soy espiritista –añadió‑ y vengo a demostrarles que parece mentira que ustedes, que se las dan de católicos, no la hayan buscada ni encontrado.
Me han dicho los curas que ellos no me pueden autorizar y que tenía que pedirlo al Ayuntamiento, o sea, a usted. Además le tengo que demostrar que al Capitán Cortés lo mataron de un tiro por la espalda».
Ayer, a Paco Calzado, como hoy al pueblo de Andújar, las brujas extrañas o las videntes de extramuros no le merecían credibilidad alguna. En nuestro derecho estamos y punto.
Brujas y brujos que actúan como charlatanes de barraca de feria, a los que les concederé la buena voluntad en orden a que se tienen que buscar la vida, pero torpes de solemnidad, ignorantes, ellos y ellas, de que a los pueblos se les puede intentar engatusar, incluso se les puede llevar por el despeñadero de la fantasía más estéril, pero que a la larga, aunque sea a la hora trompetera de la eternidad, LA VERDAD resplandecerá y no precisamente entre las sombras de las tumbas anónimas, sino entre las auras del abrazo y el perdón eterno, entre las cruces fraternas de la justicia divina.
Como estos dos famosos autores, Íker y Luis Mariano, ‑repito‑ no han tenido la gentileza de presentar su libro ante la sociedad andujareña, me permitirán que haga un análisis, no literario, porque no lo resistiría, pero si estructural y argumental.
No falta en sus prolegómenos la advertencia de sus derechos de autor, incluso de no usar las fotos del libro, fotos que los andujareños hemos conocido desde nuestra cuna y que son Patrimonio de la Humanidad, como por ejemplo, la famosa fotografía de Miguel Hernández arengando a las milicias o la de Santiago Cortés en su agonía.
¡Qué gran ignorancia es arrogarse imágenes que pertenecen a Instituciones Públicas como al Centro de Estudios Históricos de la Guardia Civil, a la Biblioteca Nacional…, además de haber sido publicadas en 1985 por Francisco Aguado Sánchez en el tomo 6 de su Historia de la Guardia Civil (Editorial Planeta) y en 1986 por Santiago de Córdoba y Rafael Casuso en la publicación Andújar, luces y sombras (CUADERNOS DE HISTORIA N.° III). Además, si se examinan los rostros de los milicianos asaltantes y de los rebeldes vencidos del Santuario, son rostros de atención y compasión en los primeros y de sufrimiento y hambre en los segundos.
¿Existe la propiedad intelectual para éstos que advierten que podemos cometer delito si reproducimos algo del libro, cuando ellos se apropian de lo nuestro sin que rechistemos?
Piyaya Gitana. alegría me da y santo alborozo disfruto al comprobar que, en tan torpes manos, no haya caído la colección de Cuadernos de Historia, obra gigante de un equipo de andujareños bajo la batuta de un hombre como Santiago de Córdoba, que sabe tanto del Cabezo y sus misterios, tanto que, me consta y mucho, no ha pisado ni una piedra de sus calzadas en muchos años; sus justas razones tiene y graves, además de atreverse a llamar asesinos con nombres y apellidos a aquellos «que de forma individual lo fueron durante la guerra o cuando llegó la “Ley de Talión” con la paz magnicida del régimen franquista».
Íker escribe su libro con una introducción, una nota previa, catorce capítulos, una nota final y una página para la bibliografía, mitad a una tinta, mitad a color, y confiesa:
«Tumbas sin nombre es un grito, una denuncia, una esperanza. Ahí reside su fuerza. No la busquen en presuntos análisis sosegados y eruditos sobre el fenómeno en cuestión».
¿No les parece esto una tomadura de pelo? Resulta que aquellos que echan mano de la “policía científica” yusan matrices matemáticas de correspondencia geométrica, nos dicen, también, que su libro no resiste análisis sosegados…
¿No es eso menospreciar a los posibles lectores? Ellos pontifican y nosotros asentimos como avestruces.
¿Qué quieren que analicemos, pues? ¿Acaso no son análisis más que sosegados aquellos que necesitan y utilizan estos dos autores, como lo son los programas de computerización Cálculo. Confront y Faccete? Ni ellos mismos se lo creen, ya que en esa aviesa entrevista con la ya fallecida María Gómez, ella los pone en evidencia, cuando ante la pregunta de:
—¿Y usted cree que estas caras pertenecen a su familia?
María responde:
—Yo no creo que la cara esa —señala de nuevo a la Pava— sea de mi cuñado; y las de abajo, mis sobrinas. No puedo creerlo. Cuando salió la primera vez, la cara era larga, larga… Cuando la arrancaron y la pusieron allí, salió redonda.
A la segunda pregunta:
—¿Es la misma cara?
Responde:
—¡Que no, que eso no me cabe! Y que el Señor me perdone si lo ofendo.
Si María no reconoció en vida tal similitud, ¿por qué nos quieren hacer los trágalas, Manifestaciones o hechos por los cuales se obliga a alguien a soportar algo de lo que es enemigo. relacionando las caras de Bélmez con los tristes acontecimientos del Santuario?
¿No serán las almas de los niños sin cabeza o de los belmezanos árabes del siglo XIII, que fueron ‑esos sí lo fueron‑ descabezados y masacrados por los buscadores de templarios, en nombre de la Santa Inquisición, y que duermen el sueño eterno bajo las losas de la casa de María?