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REACCIONES
Decía don José Ortega y Gasset que «El río se abre al cauce y luego el cauce esclaviza al río». El hombre, como el río, se abre a la sociedad, que es el cauce, y esta sociedad, por él creada, acaba aprisionándolo, esclavizándolo y atormentándolo con sus leyes, sus interpretaciones fanáticas y sus rígidas estructuras sociales.

En respuesta a esta situación, unos se ciñen al cauce, lo aceptan y se sienten libres, sometiéndose a los preceptos morales que les imponen, sintiéndolos como propios e incorporándolos a su manera de pensar. Otros, en cambio, critican a la sociedad que les circunda, intentando ensanchar y liberarse del cauce que les oprime y esclaviza.
A poco de publicar Tiempo viejo y tiempo nuevo (1940), cuando Marañón se estaba planteando regresar a España, un enardecido falangista ‑los falangistas, antes y ahora, siempre fueron enardecidos‑ escribía, en un semanario vinculado a la Falange: «Marañón dista mucho del fascismo imperialista italiano, del imperialismo racial hitleriano y del nacional-sindicalismo español… Por eso su libro resulta intrascendente». (S. Alonso Fueyo, “Marañón y lo nuevo”, Valladolid, 27 de abril de 1941.)
Si uno no fuera respetuoso con los escritores, de antes y de ahora, pensaría que el señor Alonso se quedó tan a gusto, después de escribir lo que escribió. Y pensaría, además, que el señor Alonso ‑dicho sea con todos los respetos‑ era un tonto a favor de corriente, un tonto en su papel, un tonto de grado nueve en la escala de Richter y un tonto como Dios manda, que aplaudía los tópicos, ensalzaba el fanatismo y vivía tan feliz, disfrutando las reglas que marcaba el “cauce” gobernante.
En el lado opuesto, los críticos siempre han intentado ensanchar el camino que los partidarios de la ley del embudo intentaron imponer. Y, claro está: El Arcipreste de Hita fue encarcelado; El lazarillo de Tormes, prohibido; Quevedo, ridiculizado y encarcelado también; y, aunque parezca increíble, El Quijote, desprestigiado, manipulado y convertido en libro de lectura para niños. No hace falta seguir.

No lloréis, mis buenas señoras; que todas estas desdichas son anexas a los que profesan lo que yo profeso, y si estas calamidades no me acontecieran, no me tuviera yo por famoso caballero andante, dice don Quijote a las mujeres, cuando lo llevan enjaulado hacia su pueblo.

¿Será cierto que en España cualquier gobierno propende a la hoguera y a la catequesis? El fuego es fascinante, pero el que juega con fuego se acaba  quemando o, como decía mi abuela, meándose en la cama. Y catequizar al adversario tampoco es bueno: primero, porque no se deja; y segundo, porque se ríe de ti. Por tanto, no hay que tratar de convencerlo; basta con tolerarlo y respetarlo.

En carta del 5 de octubre de 1955, don Gregorio Marañón detallaba a don Indalecio Prieto la gravedad de la situación de Ortega y Gasset: «El cáncer es muy grande y no deja lugar al menor optimismo». Cuando se produjo el fatal desenlace y se desató el debate sobre la conversión del filósofo, porque a petición de su esposa se le había administrado la Extremaunción, Marañón, en una carta del 25 de diciembre, se dirige de nuevo a don Indalecio para relatarle la polémica:
El asunto de Ortega ha actuado sobre la opinión española de una manera que evidencia la pasión del país. Ha producido cuatro reacciones: la de los católicos, que se alegran de que Ortega haya muerto en el seno de la Iglesia; la de los católicos más papistas que el Papa, que no consideran que haya muerto en las condiciones adecuadas para salvarse (…); la de los de la izquierda que dicen que Ortega ha renegado de su historia y ha sido al final un tránsfuga; o los de la izquierda que dicen que todo fue una farsa, que no hubo tal reconciliación. (…) Quizás sólo dos saben lo que pasó aquella noche, de la que yo, lo único que puedo decir es que Ortega conservaba toda su prodigiosa lucidez. Tardarán años y años todavía, hasta que los españoles perdamos nuestra insensatez. ¿Acaso la perderemos alguna vez?
Antonio López Vega, Espasa, Epistolario inédito, páginas 76 y 77.
(Original conservado en la Fundación Cultural Privada, Indalecio Prieto.)
Barcelona, 3 de febrero de 2009.

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