
Al conflicto pelestino-isrealí yo no le veo un final inmediato. Han sido innumerables los intentos y acuerdos de paz fracasados en este enfrentamiento que, mirándolo bien, ya lleva cinco mil años, al menos desde que se tienen datos históricos. El plan de paz egipcio no me ofrece ninguna garantía de éxito, ya que los anfitriones muestran mucho más interés que los propios beligerantes.
Por otra parte, Obama no hará mucho más de lo que ha hecho Bush. Para mí, la política exterior (y muchas veces la interior) de EE UU suele ser la misma con cualquier presidente. Basta con ver la cantidad de colaboradores de alto nivel de la administración Bush que ha pasado a la de Obama. Tendremos ocasión de comprobarlo en Irak, Afganistan, Irán y en todo el Oriente próximo, un polvorín que no tardará mucho en explotar. También veremos cómo se desarrollan las políticas sociales.
A Israel le asiste todo el derecho a utilizar la legítima defensa frente a un enemigo que le acosa sin cesar, incluso que le bombardea con misiles y que no tiene el menor escrúpulo en usar a sus propios ciudadanos, niños, escuelas y hospitales, como escudos humanos. Sólo un dato: el búnker de los terroristas de Hamás está construido bajo el hospital de Gaza. No olvidemos tampoco que Israel está amenazado con ser “borrrado” del mapa con armas nucleares. Por lo tanto, la ecuación puede reducirse, lamentablemente, a la mínima expresión: “o comes o te comen”.
Y luego tenemos a la izquierda europea, y más concretamente a la española ‑que es más rabiosa, tan exquisitamente “neutral y progresista”‑, que desde hace tiempo ya le adjudicó a Israel el papel de “malo” en esta película, no porque intrínsicamente sea malo, sino porque es pro-americano.
Y, cambiando de tema, a propósito de la renovación del césped del que fue el campo de fútbol de nuestra Primera División, y ahora es del Úbeda Club de Fútbol, se me ocurre esto:
Césped, piedras y pedruscos
Foto de Alberto Román.
