081203-1

Parece que el Café empieza de nuevo a animarse. Puede que el frío de estos días nos esté animando a sentarnos un ratico con los amigos, al calor de un humeante café que nos reponga el que nos quita la intemperie.
Es de bien nacidos empezar agradeciendo a los hermanos Hinojosa el maravilloso día que nos hicieron pasar en Alcalá. Ese es el espíritu Safa, no hay duda.

 

 

 

 

Quiero también agradecer, de manera muy especial, a Pepe Aranda la deferencia que tuvo con mi padre, enviándome los vídeos en un correo electrónico para que tuviera la oportunidad de disfrutar, aunque fuera en la distancia, de aquellos momentos tan entrañables. Estoy convencido de que ya lo estará disfrutando, junto a los padres Talavera y Villoslada. Y desde “Allí”, sea donde sea que esté ese “Allí”, le estará agradeciendo lo que personalmente no le dejó el “tiempo” hacer. Gracias de nuevo Pepe.
Por cierto, Pepe, a ver si entre Enrique Hinojosa y tú me explicáis cómo se “navega” por el Foro. Ya me he dado de alta, tengo la contraseña, pero no sé cómo interactuar en él. Me meto en el Foro, cliqueo, pongo la contraseña cuando me lo pide y, a partir de ahí, ya no sé seguir para poder participar.
Decías, Diego, que en Málaga no viviste el espíritu que el padre Villoslada quiso para la Safa. Eran otros tiempos. Y eran, también, otros HOMBRES. En la Safa de Almería, al igual que en Alcalá y en otros muchos centros, creo que sí se vivió con ese espíritu. Como siempre, depende de las personas. Quizás sea una de las grandes lecciones que he aprendido de mi padre tras las muchas, y a veces acaloradas ‑por mi parte‑, discusiones que mantuve con él, contra la Iglesia, los curas (los jesuitas en particular, la Safa… No se cansaba de repetirme:
«Paco, las Instituciones están formadas por personas, imperfectas por naturaleza. Fíjate en su entrega. Sólo Dios puede juzgar sus intenciones. Y, sobre todo, haz tú todo el bien que puedas hacer con independencia de cómo creas que vive la Institución, sea Iglesia, Compañía, Safa…».
Y la verdad es que en él esto no eran palabras. Era vida. Y, Diego, sinceramente te digo que, en estos últimos años ‑quizás porque me esté volviendo viejo‑, me estoy cuestionando tanta actitud de rechazo de mis años pasados, incluida la propia incredulidad, ante el ejemplo de personas que, como el padre Villoslada y mi propio padre, supieron vivir su fe y seguir trabajando por los demás, a pesar del “mal ejemplo”, “desaire”, si no olvido, de la “Institución”, sea ésta la que fuere. Me consta que tú estás al pie del cañón y que vives el espíritu Safa de entrega a los demás en tu trabajo diario, aunque no sea “dentro” de la “Institución” Safa.
Colegas, hacía tiempo que tenía ganas de pasarme por el Café. Ahora que estoy jubilado, espero poder compartir con vosotros más de uno.
Ha sido un placer.

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