Los 22 de diciembre son días de cristal. Empiezan bien temprano con las atipladas voces de los niños cantores que los aparatos de radio de los vecinos y el ojo de patio se encargan de amplificar.
La monótona letanía sólo cambia de tanto en tanto. El ruido de las bolas bajando de los alambres y girando en los bombos no lo amortigua la doble almohada encima de la cabeza.
Con tal consigna se cerraba el noticiario. Su carácter monográfico me dejó una molesta sensación. En Andújar, por aquellos días, ocurrían otras cosas, unas buenas y otras no tanto:
La llamada violencia de género tan eufemísticamente, como se lleva desde hace un tiempo, sigue y prosigue dándonos diariamente sus luctuosas noticias, trágicas noticias que nos llenan de estupor, de incredulidad y de vergüenza.
Una estampa que llena toda esta Atalaya es la revelada por la apertura del Parque Norte. Hay quien, en su primer paseo, quedó embargado en una poco disimulada emoción, en un contagioso goce que le hacía andar como en volandas por las pistas del recién echado albero con olor a yerba y a tierra mojada.
Cartas le fueron llegadas. De Andalucía llegaban… Don Isaac le comunicaba que seguía con la Primera División. Que a su amado padre Ponce le sucedía un joven sevillano: Manuel Bermudo de la Rosa. Y que a él, Burguillos, le nombraban responsable de la Segunda, con el desconsolado Benjamín de ayudante. De re oeconomica, omnia idem per idem…