31-07-2008.
XLII
INTENTARON EXPLICAR A LOS HOMBRES LA MATERIA de los sueños,
su componente mágico, la levedad de sus límites. Salieron
a la calle cuando el sol era un elogio de la vida.
Se sentaron junto a ellos en el bar, con el ventilador
girando en el techo y el murmullo del mate hirviendo.
Y durmieron la siesta como se duerme una muerte transitoria,
sin despertar sospecha, para de pronto decirles: «Son frutos
podridos; los sueños son frutos que se pudren
en los árboles del pensamiento sin que nadie los coja
de las ramas». Algunos hombres seguían muertos
en la enredadera de la tarde espesa y oían las voces
de los dioses con la costumbre con que se oyen los cascos
de los caballos en la Pampa o la lluvia chocando
contra los tallos de vacabuey. Hay verdades tan simples
como las estrellas erráticas, las orquídeas venenosas,
los bastones de maboa, la mordedura de los alacranes
y la belleza reptil de las anacondas, que no son necesarias que
las revelen extraños predicadores.