Versos sembrados, 4

02-07-2008.
EN PRENSA Y REVISTAS (1988-1993)
 
46
 
A Blas de Otero
 
Descansa ya, poeta araucano,
en el silencio de tu palabra herida;
dialoga con Miguel y Federico,
embriágate con Pablo
y haz tu verso fecundo desde arriba.
 

Sembrador de simiente y de barbecho,
ángel y fiera, fieramente humano,
vuela allí, donde todo huele a cielo;
cubre tu tumba con la ceniza negra
y vente a libar las flores del andamio.
 
Ese Dios de soneto y de tinieblas
que buscaste con el alma y las cadenas,
sea tu amigo, tu vida y tu poeta.
 
47
 
Huella y tiempo
 
(En torno a Jesús Ortiz)
 
Esa huella del tiempo.
Hay un silencio
de mujer empotrada en la madera.
Ya todo es lazo en espera redimido.
Un clavo blanco.
Perforada mi sombra por el rayo
de una luz que me fija a tu relieve.
Rectángulo de barro acariciado
en relieves de venas y aguafuertes.
 
Como hombres presentes,
las vasijas redescubren la magia presentida;
geometría de urbanos laberintos
donde el hombre alienado
se deshace
en anónimas yemas dactilares.
 
48
 
Es hora de cantar
 
(Encuentro de poetas en Peligros)
 
«Ya sé que tienes las manos
llenas de miedo y de ganas,
y que dibujas cansancio
en tus ojeras y canas.
Ya sé qué duro es oír
tu silencio en el ruido,
y que tu voz se hace bronce
en el olvido del mar.
Todo eso ya lo sé…
pero es hora de cantar».
 
49
 
Querido Rafael Alberti
 
A cal y canto, amante reencontrado,
cantor de pelo cano y de ismos incompletos,
pintor, tal vez, entre las grises paredes,
sólo a golpes de tu libre palabra.
 
Calladamente fónico
desde aquel veintisiete roto,
Alberti testimonio.
 
50
 
Monólogo del olivo viejo
 
¡Olivo!, guardián del campo,
Jaén te acuna y siembra con la sed del alma.
¡Olivo viejo!
 
Que cruzas abrazos de pueblos verdibravos…
¡Olivos de Jaén!… ¡Silencio herido!
 
Olivo, guardián añejo
de un Jaén que alborea tras la Acamuña.
 
«Ya en los campos de Jaén…
amanece».
 
51
 
Elogio de la soledad
 
Me encontré con tu nombre ya olvidado
removiendo el papel de esa basura
que amontono a destajo en cada hora
y no puedo mirarte desnudado
cuando muda y de blanco tu hermosura
hizo noche nocturna nuestra aurora.
 
52
 
Invierno en Lisboa
 
Llega al piso, se enciende, bebe un trago
colecciona papeles por si acaso,
fuma, bebe, se habla cabizbajo.
 
53
 
Querida bohemia
 
Tierna flor, abril, Lisboa clara.
Piérdase tu cintura entre mis manos.
¡Qué andaluza me suenas, lusitana!
 
54
 
Ganivet – 2000
 
Con este poema rendí homenaje al Instituto Ángel Ganivet en su 50.° aniversario. Quería con ello reconocer su historial en la enseñanza granadina y mi propio currículum docente. No en balde he pasado en él los últimos 23 años como catedrático de Lengua y Literatura. Y en él me jubilé. El poema quiere describir una escena cotidiana de la vida del instituto. Don Emilio Orozco quedó sorprendido y, el día del homenaje oficial, en la conferencia que dio sobre el instituto, leyó el poema al que calificó como «una maravillosa huella quevediana». Está publicado en Hominal presencia.
 
En este espacio gris. En este añejo
solar de piedra viva. En este día
y en este mismo sitio en donde había
unos ojos y un mar. Aquí me dejo
 
mi último retal. Hay un reflejo
de un tiempo desoído en donde ardía
mi verbo talismán. En esta fría
pizarra de pared. Aquí un bosquejo
 
de vida desatada se resfría.
Un sol tibio amanece. Un sueño. Nada.
Un dardo de Cupido que me hiere
 
calándose en la piel. Pedagogía
de un curso hecho de fragua. Una mirada
que cava nuestro tiempo que nos muere.

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