23-03-2008.
LOS HOMBRES ENCENDÍAN SUS LÁMPARAS en medio de las lluvias
tropicales y dejaban que el agua vistiera sus cuerpos
de plata y de óceano. Entraban más tarde en sus casas
y hablaban con sus hijos de la fuerza del viento
y la suavidad de la lluvia; de la espesura de los bosques, de
la intrigante seducción del laberinto de la selva,
de la inmensidad del cielo raso. El fuego de las hogueras
les llenaba de oro falso los bolsillos y de ceniza
el pensamiento. No sabían mentir, pero alzaban falsos
testimonios sobre la riqueza de los campos de zafra
y dilapidaban sueños de ciudades de azúcar y alcohol.
De noche ya, entre sus brazos, dormían sus mujeres como reinas
ausentes y desvalidas.