12-03-2008.
Hoy me ha llamado don Fernando Cueto, nuestro querido profesor, para indicarme dos asuntos.
El primero, sobre el nombre de nuestra Asociación. Me dice que respeta mucho los nombres propios que se han propuesto, porque él admira y quiere mucho tanto al padre Villoslada como a Jesús María Burgos. Pero cree que es más objetivo el término latino ACIES, ‘línea de batalla, tropa, punta’ (él me ha dicho que significa ‘estructura dispuesta a dar la cara y atender’), pensando en que nuestra intención es buscar soluciones ante las dificultades de la enseñanza.
He entrado en Ecoogler (por aquello de agregar hojas de árbol a nuestro mundo) y he buscado dicho término. Resulta que ya hay varias asociaciones y organismos que usan ese título. Por tanto, creo que no podemos (ni debemos) utilizarlo para referirnos a nuestra Asociación.
De todas maneras, le he indicado que las respuestas de nuestros asociados han sido mínimas: diecisiete. Y no son suficientes para tomar una decisión definitiva.
El segundo asunto ha sido su información sobre la muerte de don Mateo Carrasco Duarte. Me ha preguntado si yo lo sabía. Y, entristecido, le he dicho que no. Para mí, don Mateo fue un magnífico gestor administrativo y un cariñoso dirigente de nuestra querida Safa ubetense; además de ser uno de los creadores de nuestra entidad educativa.
He buscado en las páginas blancas de internet el nombre de nuestro querido administrador, y me ha dado este número de teléfono: 958 812 076. Llamo y se me pone una voz femenina a la que le digo que soy antiguo alumno de la Safa de Úbeda. Le indico que don Fernando Cueto me ha informado de que hace unos días había muerto don Mateo y, ella, llorosa, me pregunta:
—Y tú, ¿quién eres?
Le añado que soy el presidente de nuestra Asociación y que quería confirmar la noticia que acababa de darme don Fernando.
—Él me llamó y me dio el pésame. Ha sido una muerte muy rápida. Murió el 20 de febrero pasado, por un cáncer de pulmón. Pero estoy muy triste y me siento sola. Lloro con mucha frecuencia. Lo echo mucho de menos.
Le indico que he descubierto que don Mateo escribió un libro sobre su pueblo natal, El Padul, y ella me responde:
—Sí. Mateo siempre ha querido a su pueblo y se ha interesado mucho por él. Por eso, tras su muerte, le han puesto su nombre a una plaza de El Padul.
—¿Qué te parece si comunico este triste acontecimiento a nuestros asociados y les insinúo que te llamen para darte un poco de ánimo?
—Estoy sola. Mis hijos están lejos. Te agradezco mucho tu intención.
Haz, querida/o asociada/o, lo que creas conveniente.