22-02-08.
Declaraban desde medios de la Agencia Tributaria («Hacienda somos todos») que, de cada diez grandes fortunas o capitales españoles, al menos nueve defraudan al fisco o evaden impuestos y dinero. DE CADA DIEZ, NUEVE…
Antes que hacer demostración de indignada ira y rasgarme los pantalones (lo cual sería del todo lógico por la exhibición de mis bajunas para que me las tocasen), entro en reflexión más sosegada y decentemente aceptable. Veamos si seguimos esa lógica que tan sabias gentes nos imponen y planteamos el caso así: ¿y si de cada diez asalariados sólo uno pagase impuestos…? Porque no veo por dónde no lo pueden hacer los currantes a sueldo y sí esas personalidades tan bien forradas (y tratadas, desde luego). No se lleven las manos a la cabeza superior y declárenme el por qué eso no podría ser; qué problemas existirían: si es que sería cosa de acabarse el mundo conocido, o al menos de acabarse la tetica del expolio al siempre más débil e indefenso; que una nómina es como misal de uso litúrgico parroquial, que todo quisque lo manosea.
No, no hay por dónde atajar, con razonamientos morales y éticos, a la par que económicos, este clarísimo ejemplo de desigualdad criminal. Sí, criminal, que no económica, ni social, ni política; criminal, por cuanto lleva implícito el mayor de los desprecios a la sociedad, a las personas, al llamado bien común, que en estos defraudadores solo se entiende (si es que se entiende) como bien privado y propio, y cuanto más propio y privado mejor.
El colmo de esta insolidaridad criminal es luego la pareja exigencia, a la sociedad y al Estado y a los poderes que lo representan y la regulan, del cumplimiento de ciertas normas y reglas, de la prestación de servicios que nunca, NUNCA HAN PAGADO.
Vamos, es que la desfachatez es del orden piramidal, por lo monumental. Si estos personajes de postín y grandes recursos ocultos y manifiestos, de grandes signos externos de posesión de bienes, de disfrute de paraísos no solo fiscales, de fincas exclusivas, yates, aviones, fiestas… sienten amenazados sus tesoros, entonces apelan a los poderes públicos, a la autoridad, para que se los aseguren, garanticen y protejan, ¡CUANDO ESOS SERVICIOS QUE RECLAMAN SON LOS QUE ESTÁN PAGADOS CON EL DINERO DE LOS DEMÁS! Entonces sí, entonces reclaman no sólo que existan quienes les saquen las castañas del fuego sino que sean efectivos, cueste lo que cueste su mantenimiento y funcionamiento. Dicen no querer “la opresión” del Estado, pero lo reclaman en cuanto se sienten amenazados. Alguien caerá en la trampa de decirme que estas personas no necesitan de estos servicios, que tienen dinero para pagarlos… Sí, algunos sí; otros prefieren tenerlos gratis; pero es que además NO SÓLO ES LA SEGURIDAD DE PERSONAS Y BIENES (con ser importantísima) de lo que disfrutan: es la sanidad, es la cultura, son los transportes y sus infraestructuras… Es mucho y muy complejo todo el entramado del que pueden beneficiarse y en realidad utilizan. Y TODO ELLO LO PAGAN LOS ASALARIADOS.
En buena lógica del desarrollo a que me lleva lo anterior, yo pido una revolución selectiva. Revolución igualitaria en la tenencia, uso y disfrute de los bienes que el Estado u otros organismos oficiales nos ofrezcan; tan igualitaria que, sin perder de vista aquello del derecho a la posesión individual, incluido lo que signifique seguridad familiar, elimine por las bravas todo lo que sean posesiones y signos de riqueza innecesaria y ostentosa. ¡Fuera esas grandes urbanizaciones privadas y exclusivas (arrasadas); fuera esa mierda de ARCO que solo sirve para blanquear capitales y montarse pedigrís de culturetas a la moda (arrasado); fuera las distintas pasarelas de modas canallas, extrañas e incluso misóginas, que nos dan el nivel del gusto atrofiado y enfermo de estos elementos capitalistas (ni promovidas por catálogo); fuera puertitos pseudodeportivos donde el mejor deporte es el de las “tres en raya” (dejados para los pescadores); y más, más destrucción o utilización de superflualidades por el común beneficio e interés!
«¡Guay!», me dirán, «¡que ese capítulo ya se ensayó en la historia desde los tiempos prehistóricos!». Y es cierto. Se ensayó y siempre se perdió. Porque, hasta en la aparentemente destrucción del sistema, estaba el germen de otro, si no igual de egoísta, superior; porque se entretuvo en crear nuevas clases de exclusivistas y defraudadores. Así que yo lo que propongo únicamente es el uso despiadado de la piqueta, de la cárcel, de la expropiación. Cosa fina desde luego y dentro de la ley de uso común y de interés general. Nada de persecuciones malnacidas e indiscriminadas; nada de grandes movimientos a lo matanza de kulaks o a lo Pol Pot, nada, que eso es crimen de lesa humanidad. Con actos individuales y muy motivados, con castigos ejemplarizantes entre esa minoría despiadada e insolidaria, se lograrían los efectos deseados y la reversión de sus excedentes al capital público y a la utilidad.
Mas, ahora que me lo pienso, además de que crean que soy un comunista desorejado y digno de encerrar, es que se me vienen a los cauces mentales los inconvenientes que de ello se derivaría. Por ejemplo: ¿qué se haría de tanto servicio inmigrante y barato que ahora tiene trabajo (bien que precario) en esas urbanizaciones de lujo?; ¿qué se haría de tanto segurata que ahora tiene condumio asegurado, asegurando la seguridad de tanto necesitado de que le aseguren sus bienes?; ¿qué de esas modelos de ínfimas chichas y largas piernas que si se alimentasen serían odaliscas, pero que ahora se sienten, parece ser, tan realizadas con las caras como mascarotes y la salud por los suelos?; ¿qué de los fabricantes de cochazos que pueden superar hasta las velocidades que detectan los radares de carretera?; ¿adónde irían a refugiarse los que trasiegan en sus bodegas no solo vinos sino también fardos de polvillos blancos que les llenan las narices y los bolsillos…? ¡Admito que sería una debacle nacional, qué digo, internacional, la caída de las bolsas, el hundimiento de las economías, la subversión del mundo conocido hasta ahora!
Pues eso.