Don Eugenio, ella y los otros

09-01-08.
En septiembre, cuando el sol del membrillo dora los frutos y las moreras bullían en ferias, retornaban a Sanz y Forés. En el estudio de la tarde, las ventanas abiertas, oían a Juanita Reina. «Reina Juana, por qué lloras, si tu pena es la mejor…»; o «Capote de grana y oro…». Y todos, recién recluidos, presuponían la fiesta, la belleza, el aguijón de la vida…

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