Derecha e izquierda

16-12-07.
Si se me permite participar en el debate político-conceptual entre Dionisio y Alfredo, solicito la palabra, no sin antes alabar la habilidad dialéctica de Dionisio y la consistencia argumental e ideológica de Alfredo. Mi posición está con Alfredo, aunque admire los fuegos artificiales que adornan los esfuerzos de Dionisio por desmentir la Historia. Hay que reconocer que mi buen amigo Dionisio es un polemista de enjundia, pero eso no significa llevar razón. Y tampoco las razones o sinrazones son absolutas, puesto que entonces caeríamos en un maniqueísmo falso y perturbador.

En primer lugar, quisiera hacer una breve puntualización: la derecha española actual (no la de Suárez, Calvo Sotelo, Herrero y R. de Miñón o Juan Antonio Díaz‑Ambrona, por citar al autor de un interesante artículo en El País del día 13), la derecha actual –repito‑ de Rajoy, Acebes, Zaplana o Aznar, sinceramente no creo que pueda homologarse con la derecha europea alemana, holandesa, británica, escandinava o incluso francesa (con todas las precauciones). Por ello, cuando hablamos de derecha e izquierda, debemos tener “in mente” a qué derecha o izquierda nos referimos, saber qué elementos programáticos la definen y cuáles son sus perfiles ideológico‑políticos. En mi opinión, Alemania, Holanda y los países bálticos constituirían el modelo, tanto para la derecha como para la izquierda. España, sobre todo en la derecha, está tan contaminada de franquismo que difícilmente puede deslindarse un cuerpo sólido, neto e independiente de la dictadura. Por más esfuerzos que se hagan, siempre afloran elementos primorriveristas, cedistas o franquistas que ahogan intentos más loables y modernizadores. Por lo que se refiere a la izquierda, a la socialista, en cuanto se apartó del revolucionarismo verbalista de los primeros tiempos de la transición política entró en la onda de la socialdemocracia alemana y escandinava, más que en la del laborismo británico o el socialismo francés. Quizás le queden algunos tics de estéril antifranquismo, no sé si por reacción o por lastre histórico, pero es que tantos años de dictadura lo lastran todo.
Hay un librito corto, pero de una gran densidad conceptual, que aborda el problema de la diferenciación, estableciendo un plano fronterizo entre derecha e izquierda. Con gran lucidez, uno de los politólogos más eminentes de los últimos tiempos (Norberto Bobbio [1]) hace una disección pormenorizada de la derecha y la izquierda, que sería prolijo analizar aquí en toda su amplitud.
Los términos derecha e izquierda son, por definición, dos términos antitéticos, lo cual no quiere decir que la exclusividad se muestre en todos y cada uno de los actos humanos. A la hora de beber un buen vino, está claro que dos buenos catadores, uno de derechas y otro de izquierdas, elegirán el mejor. Sin embargo, no por ello ni por más ejemplos que podamos aducir, podemos confundir la derecha con la izquierda.
Quizás, la esencia de esa diferencia, como dice Bobbio, esté en la igualdad (a la que me referiré como idea central). La derecha bendice la desigualdad y se justifica moralmente diciendo que es imposible acabar con ella en la práctica, mera retórica que completa con aproximaciones a la igualdad basadas en la caridad, nunca en la justicia debida al ser humano como ser esencialmente igual a otro ser humano (ya sabemos cómo el sexo, la raza, la religión… impiden o retardan el cumplimiento de la igualdad conceptual y, mucho más, de la igualdad real).
La izquierda aboga por la igualdad, no sólo por la igualdad de oportunidades sino incluso por la discriminación positiva, si fuere preciso, para obtener una igualdad real y no exclusivamente de principios. La derecha acusará a la izquierda de propensión al igualitarismo, pero no es cierto que la izquierda predique ni mucho menos practique el igualitarismo. Es un intento, por parte de la derecha, de desprestigiar a la izquierda porque es consciente ‑la derecha que es consciente‑ de la superioridad moral que atesora la izquierda frente a la derecha. Creo que este análisis es admitido, para sus adentros, desde luego, por la derecha; aunque no sé si le molesta demasiado.
Falta el medio o instrumento necesario para conseguir una razonable igualdad. Los programas para la igualdad son los que deben informar el eje fundamental de la política de izquierdas; de ahí que, por fijar la vista en España, se universalicen las pensiones (pensiones no contributivas, entre otras medidas), la salud o la educación (extensión obligatoria de la enseñanza hasta los 16 años). Creo que esta legislatura que ahora acaba es el espejo de las políticas sociales que se deben afrontar para alcanzar la igualdad (una razonable igualdad, desde luego, que nunca será completa). Veamos. ¿Alguien podría asegurarme que la derecha hubiera impulsado las leyes sociales que ha aprobado este gobierno? Al contrario, comprobamos que esas leyes, tan necesarias para la igualdad, son boicoteadas, recurridas u obstaculizadas. La ley de dependencia, la de igualdad de género, la ley contra la violencia sexista, la incorporación de la inmigración al proceso productivo con todos sus derechos y deberes, la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, y otras muchas más, forman un cuerpo de actuación política inimaginable en un partido de derechas. (Y, por favor, que nadie focalice la atención en la homosexualidad). Por eso, la derecha hace el ruido que puede para impedir que se visualice por la ciudadanía el enorme impulso de este gobierno a las políticas de igualdad social; y saca a pasear el espantajo del terrorismo, en los momentos en que más terroristas se han detenido, menos concesiones se le han hecho y menos muertos se han producido; o airea la bandera como una lanza, como si fuera de su exclusividad. Esa es toda la política con la que nos ha obsequiado la derecha en esta legislatura; pero hay que reconocer que ha frenado la difusión de una ingente obra social que merecía otro conocimiento y otra consideración. Pero que nadie se preocupe, que la derecha no tocará esas leyes cuando llegue de nuevo al gobierno, como no tocó ni un ápice la ley del divorcio o la del aborto, a pesar de la fuerte presión de la Iglesia.
La Historia, si ha avanzado socialmente lo ha hecho gracias a personajes, grupos o movimientos sociales que han impulsado el viento de la historia hacia otros escenarios más justos y solidarios. Y entre ellos no está la derecha, sino la izquierda de cada tiempo, de cada momento histórico; aunque ese avance hacia una sociedad utópica de iguales haya costado muertes, guerras, exilios o proscripciones. No me resisto a citar a Tomás Moro, Lutero, Maquiavelo (sí, también Maquiavelo, léase bien), Erasmo, Locke, Hume, Rousseau, la Ilustración, los enciclopedistas, la Revolución Francesa, los socialistas utópicos, los socialistas científicos, Roosevelt, Juan XXIII, los teólogos de la liberación… ellos son mis iconos venerables que contribuyeron a hacer un mundo más igual, más respirable.
Al llegar aquí veo por el retrovisor que mi gran amigo y compañero Pablo Utrera entra en escena alineándose con Dionisio. Desde luego, su pluma deslumbra como siempre y sus recursos literarios acojonan (¿se me permite la licencia?). Pero como no hay tres sin cuatro, ahí va mi aportación, para equilibrar.
Creo que Pablo desenfoca el debate. No se trata de poner ejemplos individuales y elevarlos a categoría, como bien apuntaba Alfredo. De lo que se trata es de saber cuál es la concepción de la derecha y la izquierda en determinados temas importantes para la sociedad y cómo los resuelve cada opción; no, si fulanito, aún siendo socialista, se ha comido un kilo de langostinos de Sanlúcar y una botella de manzanilla de la mejor. Todos tenemos la mochila llena de ejemplos para una cosa y para su contraria; pero eso no prueba nada, aunque sí confunda. Por otra parte, cualquiera de nosotros, el más ético entre todos, tiene a lo largo de su vida tantas incoherencias y contradicciones que, con ellas, podría escribirse una vida diametralmente opuesta a aquella de la cual se siente razonablemente satisfecho.
Menos acertada, en mi opinión, es la mención de Hitler. Aunque no lo haya dicho así, pareciera deducirse del manido recurso a su hipotética adscripción al socialismo que ésa sería la causa o el antecedente de sus terribles crímenes contra la humanidad. Es como si yo apuntase que el genocidio no menos terrible de Stalin tiene origen en su antigua condición de seminarista. Una aberración en uno y otro caso, con fuerza argumental de grado cero, cuando no negativo.
Hoy día, la derecha ha asumido actitudes y comportamientos propios de la izquierda, y viceversa; pero de ahí a la confusión va un abismo. La iniciativa social siempre la llevará la izquierda, o dejará de ser izquierda. La preocupación por los más débiles siempre será patrimonio de la izquierda, aunque la derecha acabe aceptando que debe ser así. Lo que no es óbice para que haya personas de derechas volcadas en favor de sus semejantes (y no sólo por caridad, sino por principios de justicia y de ética); y que otras personas de izquierdas sean unos auténticos energúmenos; pero esto a mí nunca me probará que la derecha se preocupa por los débiles, al contrario que la izquierda, porque es justo al revés.
Parece que olvidamos pronto qué papel ha tenido la derecha en nuestra querida Andalucía. Se me podrá contestar que la izquierda también ha tenido y tiene sus fallos clamorosos en su reciente periodo ‑ya largo‑ de gobierno. Yo refrescaría la memoria a mis preparados lectores sugiriéndoles que repasasen algunos textos de historia. Recomendaría dos libros clásicos: Oligarquía y caciquismo en Andalucía(1890-1923) [2], del historiador tristemente desaparecido, el democristiano Javier Tusell; y la Historia de las agitaciones campesinas andaluzas [3] de Juan Díaz del Moral, notario de profesión (en Bujalance) e historiador por vocación. Aunque ambos tratan periodos de casi un siglo, los acontecimientos que describen no dejaron de mantener sus efectos hasta bien entrados los años sesenta, como mínimo. Añadid El laberinto español [4] de Gerald Brenan y tendréis una de las mejores trilogías de la historiografia española y andaluza. (Perdón, desde luego, por hacer sugerencias de lecturas, cuando tantas me pudieran hacer a mí).
Como más vale una imagen que mil palabras, y no tengo aquí el dibujo correspondiente, terminaré recordando un pensamiento expuesto por el humorista Máximo en el que dibuja un triángulo con el ojo en medio, símbolo de Dios Padre, del que salen unas palabras que, más o menos, dicen: «Con lo de izquierdas que me ha salido mi Hijo y lo de derechas que me ha salido la Iglesia». Más claridad, imposible.
Cartagena, 15 de diciembre de 2007.

 


 

[1] Norberto Bobbio: Derecha e izquierda (Razones y significados de una distinción política). Edit. Taurus. Madrid, 1995.
[2] Javier Tusell: Oligarquía y caciquismo en Andalucía (1890-1923). Edit. Planeta. Barcelona, 1976.
[3] Juan Díaz del Moral: Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Alianza Ed. Madrid, 1969.
[4] Gerald Brenan: El laberinto español. (Antecedentes sociales y políticos de la guerra civil). Ed. Ruedo Ibérico. París, 1975.

Autor: Juan Antonio Fernández Arévalo

Juan Antonio Fernández Arévalo: Catedrático jubilado de Historia

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