21-10-07.
Creo firmemente que una de las misiones y de la razón de existir de este grupo de “conversadores” virtuales de la Asociación, a la que voluntariamente pertenecemos, es el fomento de la discusión (destructivo-constructiva), de la discrepancia, de la convergencia, de la búsqueda a veces infructuosa de lo que consideramos los ideales, las verdades… Infructuosa, sorprendente, amarga o tan real que nos deslumbra y nos hace daño. Mal lo hacen quienes nunca se mojan. Mal quienes solo se sirven del medio y de lo organizado para lucirse alguna vez, de tarde en tarde.
Y, largado este prólogo pretencioso, entro en materia.
Me ha alegrado mucho y bien lo que se ha escrito a raíz de aquello de “Misiones de un maestro”, porque ‑como indica Diego en su última aportación‑ puede que se hayan encendido más luces y de distintas tonalidades, intensidades y colores ‑y desde distintos ángulos‑ al tema, sin que ello diga que ninguna es falsa. Sí, unos habrán ‑o habremos‑ tenido experiencias muy diferentes. Para que se entienda mi postura, radicalmente pesimista, habría que comprenderse mi experiencia. Me confieso algo maniqueo o, ganado por la manía persecutoria, buscador de enemigos tal vez inexistentes. Me confieso atado a mis fobias, de tal modo y manera que ya no encuentro caminos expeditos y llanos. Tal vez no esté en las mejores condiciones para emitir opiniones y juicios. Eso explicará lo escrito con anterioridad.
Alguien podrá aducir que de mis fracasos o incapacidades vienen estas limitaciones actuales. Y llevará razón. No se pueden echar, siempre a otros, las culpas de lo que a uno le ha acontecido… Habrá que hacer un jesuítico “examen de conciencia”. Pero, volviendo la vista atrás con la ira precisa, no puedo más que constatar que el sistema no me ha brindado las oportunidades que a otros ‑quizás más atrevidos, quizás con más desvergüenza, quizás arrimados mucho a mejores árboles‑ les ha brindado.
Por ello, tengo la claridad desilusionada del que ha visto tanto hacer y sobre todo deshacer desde los púlpitos y poderes, desde las manipulaciones sociales y político-sindicales, que ya no me quedan ganas de luchar contra lo imponderable… Murió Don Quijote, renegando de sus quijotadas ante la realidad tenaz y cruel.
Espero que en esa conferencia anunciada (y que desde luego no veré, porque además de la distancia física me separará gran impedimenta laboral), se digan algunas verdades, por amargas que a “los superiores” les caigan.
Un saludo.