19-09-07.
ENTONCES NO EXISTÍAN LOS POETAS. NADIE conocía su condición
de aves parlanchinas encerradas en jaulas de papel,
su soberbia de sumos sacerdotes y la secreta avaricia
de sus corazones. Las únicas voces conocidas eran
las de las cascadas, las aves y los insectos
que se amaban en las corolas de las orquídeas y entre
los helechos venenosos. Nadie recitaba los versos
de los exóticos hindúes ni de los frágiles orientales;
ni memorizaba poemas de los trágicos griegos
o de los disolutos latinos; menos aún conocían los textos
de los poetas visionarios y místicos de Castilla.
Las más hermosas palabras las pronunciaba el viento
en las estepas, allí donde dobla el sol sus sábanas
antes de dormirse como un niño huérfano. Quien creía poseer el
don de la palabra, silenciaba su riqueza. Una lengua pausada,
oculta, era una bendición inestimable.