Dios interesa, y 2

09-08-07.
Ciertamente, la ciencia, en su progreso constante, va calificando de «muy probable» el “cómo” de las estructuras y los fenómenos; pero cuando se le pregunta el «por qué» de esas estructuras o fenómenos, su respuesta desemboca rápidamente en un «no sé». La ciencia avanza a velocidad vertiginosa, porque su esencia es la falibilidad. (Desde el momento en que se produce una innovación o una teoría, un distinto equipo científico –inmediatamente‑ empieza a trabajar para encontrar otra que entre en conflicto con la anterior, negándola en todo o en parte; y “la derrota”). Esa característica de la ciencia, estudiada y debatida magistralmente por Popper, es lo que imprime velocidad a su crecimiento; pero, precisamente, por esa característica, la ciencia está incapacitada para encontrar causas últimas ‑característica que no sé si es razón o consecuencia de lo que afirmaba Laín Entralgo: «Para la mente humana, lo cierto será siempre penúltimo y lo último siempre será incierto»‑. Si hubiese que utilizar una metáfora para comprender mejor ese fenómeno, quizá valiese la de un corredor que, en su carrera hacia una meta final, cada vez corre más deprisa y alcanza mejor las metas volantes; pero, a medida que más corre y más metas volantes consigue, más alejado se encuentra de la meta final.

Continuar leyendo «Dios interesa, y 2»