24-05-07.
Un artículo es como un enigma, salvo que tengas muy clara y determinada la idea sobre la que vas a trabajarlo.
Por eso entiendo la dificultad que los articulistas asalariados y fijos de los medios de comunicación han de tener a veces para entregar cada día o cada semana esas líneas de obligado cumplimiento y de obligada línea editorial y de pensamiento.
Porque…, no nos engañemos, la libertad de expresión está tan tamizada y matizada como la llamada democracia, que disfrutamos (la cual siempre será mejor que «lo otro»).
Y miren que temas hay…
Y si no los hubiere, surgen de improviso, sin esperarlos. Pero también esos temas terminan cansando, dada su reiteración; se queman, hartan a quienes los escriben tanto o más que a los que los leen, salvo que obren como exclusivo fin propagandístico de doctrina o grupo.
En la actualidad existen articulistas que con una dignidad asombrosa y estilo impecable saltan o intentan saltar los obstáculos doctrinarios que el patrón impone y redactan sus artículos de tal modo que, aún no estando de acuerdo a veces con sus contenidos, uno se admira de la clase que tienen.
Sin embargo, y como también sucede en medios radiofónicos y audiovisuales, muchos de esos columnistas o «blogueros» (¡ah, la importación nefanda de palabros desde Internet!) son zafios y ramplones, no solo porque su estilo sea ya menos que regular, sino porque se les ve «la patita por debajo de la puerta» indisimuladamente; vamos, que simple y llanamente son sicarios, vicarios o mercenarios (¡anda, chúpate esta reiteración, o cacofonía o lo que sea, Jose!) de sus señores. De ellos y por ellos viven.
Es cierto, certísimo, que algunas o algunos se alzan con identidad y entidad propia, de tal guisa que de criados se transmutaron en amos. Me viene a mente aquella película antigua y atroz, El sirviente (era de las llamadas «de culto»; uno, que se las da de intelectual; a ver si solo los que No hicieron al Mayo francés -no «el francés», cuidado- se creen con ese derecho); en la cual se va narrando el cambio de situación y estatus entre dos personas. Y me vienen también nombres de periodistas, locutores y locutoras, que se erigieron (o erigen) en directores y rectores de los que antes fueron sus mentores. Oráculos incontrovertibles.
Este es el gravísimo peligro de la información hoy día y en las manos de quienes está.
Que unos grupos de voceros muy interesados e implicados en los temas que pregonan, bien sean atacándolos, bien ensalzándolos y siempre tergiversándolos, se conforman en los modelos y guías a seguir, en líderes de opinión, caudillejos de una sociedad lista para irles en detrás, cual rebaño bien domado.
Además, esas señoras, o señores, terminan en posesión y en intervención y acaparamiento de intereses económicos muchas veces ya evadidos, apenas cuantificables por su enormidad y opacidad y muy, pero que muy vinculados al poder real de todos los tiempos, que ha sido y será el económico.
Fueron «rogando y con el mazo dando» hasta lograr sus objetivos que eran, en casi todos los casos, salir de sus oscuros orígenes y oficios y crearse una personalidad con vida social y poder de influencia, nueva totalmente. Se apoyan en los políticos y los políticos en ellos en fraternal compadreo, hasta que por la ambición o por la torpeza de algunos saltan las estructuras tan de apariencia firme y caen con estrépito armado más por sus grandísimos y numerosos enemigos.
Pero no hay que apurarse, nada de eso; no tiemble la sociedad con mis prédicas apocalípticas, porque de estos casos se conocen pocos.
Se pueden también quemar en su particular hoguera de las vanidades pues, tras cierto declive (el pueblo es ingrato, no lo olviden -¡cómo le debía sentar a un general victorioso eso de «recuerda que eres mortal»!-), no logran levantar cabeza. Ni aparentando que van a contarlo todo (¿por qué no lo hicieron antes, cuando en verdad podían?) son ya capaces de engañar a nadie.
¡Qué difícil ha de ser para un buen periodista, para una persona honesta, ponerse día a día ante la cuartilla (es metáfora de lo ya perdido, que ahora se escribe en A4 físico o virtual), evaluar el entorno y discernir qué es lo que quiere comunicar a su público, al que debe a la vez instruir!
Siempre les quedará (y a mí, a mí también, sí señor) criticar las salidas de tono (esto es una calificación ligera) del expresidente guerrero (que no hizo la mili el pillín) de la conquista de la isla Perejil y otras campañas nefastas). Les prometo hacerlo en cuanto «se me queden secas las mientes», según dijo el castizo.
Y, por favor, SOBÓRNENME, SOBÓRNENME, aunque solo sea por esta transcripción, que uno no es de piedra, ea.