08-04-07.
Un saludo alborozado en este Domingo de Resurrección para todos los que algo aprendimos de los tiempos litúrgicos y sus símbolos. La Pascua, en aquellas remotas edades bíblicas en los que el calendario solar no regía aún, se celebraba en el primer plenilunio, después del equinoccio de primavera, y así se sigue haciendo como sabemos todos. Eso hace que, cuando hay suerte (no este año, ciertamente) y el cielo está despejado, sea un gozo ver las procesiones de Semana Santa bajo una espléndida luna llena. Resulta imposible, por tanto, ver un cuarto menguante, o sea, la media luna sobrevolando y presidiendo La Madrugá de Sevilla o La General de Úbeda. Ni a caso hecho. Lo otro es que la Semana Santa significa el final del invierno, con todo lo que conlleva de azahares y promesas de vida.