Al padre Mendoza SJ

Ampliado el 5-12-06.

 

«El padre Jesús Mendoza, que había llegado a Úbeda en el curso 1959‑60, para llenar el doloroso vacío producido por la muerte del padre Gómez, siguió airosamente los pasos de su predecesor. Fue el animador constante de la fe de los alumnos mayores (Magisterio y Maestría), no solo durante el curso, sino en sus visitas a los pueblos y en sus cartas colectivas de verano, siempre con incansable ardor».
Safa, medio siglo de educación popular en Andalucía, Manuel Bermudo de la Rosa SJ, p. 173.

 

 

En la distancia del tiempo su figura se eleva entre las brumas del recuerdo. Su mano tendida y su palabra siempre amiga quedarán en mi memoria.
Gracias, padre Mendoza.
Manuel Cubero Urbano
San Fernando (Cádiz)
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Así, a bote pronto. El padre Mendoza es una persona que ha marcado un antes y un después en la Safa, por su entrega callada, por su honestidad y sencillez. Es un punto de referencia para cualquiera que se sienta safista. Hoy lo veo y me siento grande por saber que he estado y compartido con él un tiempo. Es un hombre al que imitar.
Ricardo Taboada Velasco
Villanueva del Arzobispo (Jaén)
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Mi primer contacto con el querido padre Mendoza fue por el año 67, en unos ejercicios espirituales organizados por el Instituto de Enseñanza Media San Juan de la Cruz. Recuerdo que me llamó a solas y se interesó, personalmente, por mí. Después, en mis estudios de magisterio en Safa, tuve el honor de tenerlo como profesor, al menos en dos asignaturas. También tengo recuerdos de él  en los años de la Primaria (59-60). Después de años, jamás he perdido el contacto con él, viéndolo siempre como un hombre de Dios, un amigo, una persona muy entrañable que ha dejado una huella importante en mi vida.
Para mí siempre ha sido una persona sencilla, humilde, inteligente, con una enorme preparación humanística; y en él he visto un claro testimonio de Cristo. No tengo palabras para expresar mi gratitud, cariño y agradecimiento hacia él.
Quiero manifestar mi gran alegría por su nombramiento como Hijo Adoptivo de Úbeda. Siempre me he considerado uno de sus muchos discípulos.
Pedro Pablo Vico Robles
Barcelona
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EJERCICIO DE INMORTALIDAD
Con motivo del nombramiento de Hijo Adoptivo de Úbeda, extraigo las siguientes líneas de la presentación que hice del padre Mendoza en la entrega de la placa de Socio de Honor de nuestra Asociación, en la Asamblea de 2004:
 
«Jesús Mendoza decidió dedicar su vida a la educación. Y lo hizo con entrega y entusiasmo porque el mundo mágico y profundo en el que cree, sólo tenía sentido formando a quienes sembrarían las semillas invisibles de una sociedad menos materialista y más humana.
Jóvenes, enfermos, gitanos… cualquiera que necesitara una sonrisa y una mirada tierna encontraba en el padre Mendoza al mejor de los amigos.
Sus misas transmitían algo más que rutinaria liturgia; sus meditaciones nos hacían levitar en el éxtasis místico; y su confesionario fue mucho más que ego te absolvo a pecatis tuis.
Los maestros sabemos bien lo que significa para un niño o un adolescente su seguridad afectiva. El padre Mendoza era para muchos de nosotros ese referente de afecto familiar en aquellos fríos inviernos.
Un día, viajando con él en dirección a mi pueblo, detuvo su vehículo (creo que un Dos caballos) y me invitó a rezar ante la inmensidad de Mágina.
—Mira —decía—. Dios está en este paisaje. No es necesario buscarlo exclusivamente en la iglesia.
Rezaba siempre, ayudaba a crear buenos ambientes, sonreía con facilidad, amaba al prójimo, que éramos nosotros, jóvenes inquietos con sueños de utopía…
Dionisio lo llama en sus Historias de la Safa “hombre de Dios”. No hay mejor calificativo para quien enseñaba en su nombre a encontrar el sentido y la trascendencia de la vida.
Dice Rubén Alves en su hermoso libro La alegría de enseñar: “Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra. Así, el profesor no muere nunca…”.
Ese es el modelo de maestro que Jesús Mendoza transmitió. Su honestidad y dedicación trascendieron al tiempo y a la evolución que cada uno de nosotros hemos tenido».
Diego Rodríguez Vargas
Málaga
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Querido padre Jesús Mendoza:
Tuve muchas cosas por las que darte las gracias y no lo hice; muchas de las que hablarte y callé; pero siempre te respeté y admiré y te he llevado en mi corazón. Fuiste un padre para todos nosotros y, especialmente, para mí. En la lejanía del tiempo y la distancia quiero darte un GRACIAS inmenso por la bondadosa energía con la que nos arropaste cuando te necesitamos; por aquel sufrimiento que intuimos, que incluso vimos, pero que no fuimos capaces de compartirlo. Pido al Padre Eterno que sea tan generoso contigo como tú lo has sido con nosotros.
Un fuerte abrazo.
José María Nieto Ruiz (Promoción 67)
Linares – Sevilla
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RECORDANDO A DON JESÚS MENDOZA
Aunque hace mucho que no escribo, no quiero dejar pasar la ocasión de aportar mi pequeño grano de arena al merecido galardón que va a recibir don Jesús Mendoza Negrillo.
Imagino que mejores plumas que la mía tendrán anécdotas estupendas que contar alabando su gran valía como docente y persona siempre entregada a los demás. La mía es pequeñísima pero a la vez entrañable y sencilla. Sucedió cuando yo contaba cinco o seis años. Lo sé porque aún no había hecho la primera comunión que por entonces realizábamos a los siete. En fin, tenía yo una amiga de esa misma edad, que vivía dentro del Colegio de los Jesuitas, y me convenció para hacer una cosa que, según ella, “le gustaba mucho al Señor” y era ir a confesarnos… Así es que, con mucho miedo, la seguí por lo vericuetos del colegio que ella conocía muy bien por vivir dentro del recinto. Llegamos a una habitación donde estaban los sacerdotes ‑en esto mi memoria no es clara‑ y pedimos a uno que nos confesara. Creo que fuimos a la iglesia y, con confesionario y todo, hicimos lo propio. No tengo conciencia ni imagen de quién fue el sacerdote que nos confesó; solo veo en mi mente a mi amiga haciéndolo primero; pero sé, por comentarios de mis padres, que fue el padre Mendoza y que, incluso, ese día en el comedor ‑creo que en la cena‑ refirieron la gracia que les hizo el hecho de que dos niñas tan pequeñas hubiesen ido a confesarse.
Me imagino que mi primera confesión estaría llena de pecados “horribles” como desobedecer a mi madre; o aquellas faltas “gravísimas” a la modestia porque había enseñado las rodillas; o tal vez algún tirón de pelos a una amiga… Supongo que don Jesús y sus compañeros se reirían muchísimo con las dos pequeñajas, tan serias, que necesitaban urgentemente la confesión…
Después, siendo ya mayor, me lo he vuelto a encontrar en múltiples ocasiones, como profesor de Historia en Magisterio o como amigo en el funeral de mi padre. De vez en cuando lo veo por la calle y nos paramos a saludarnos, aunque le flaquea la memoria ‑creo que él se da cuenta‑ y me pregunta cómo me llamo y quién era mi padre. Entonces dice: «Ah, sí, don José Latorre»; y así hasta otra ocasión en que vuelve a decirme lo mismo.
Para mí sigue siendo una persona buena, admirable y valiente que ha dedicado su vida al servicio de los demás. Don Jesús, ¡enhorabuena y adelante con valentía! Me alegro de que fuera usted el primer sacerdote al que abrí mi tierno corazón de cinco años…
Margarita Latorre García
Úbeda
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AL PADRE JESÚS MENDOZA SJ

Jesús Mendoza es un buen argumento para creer en Dios.
Simbiosis perfecta entre lo divino y lo humano.
Dios le hizo hombre y Úbeda su hijo. El resto lo puso él… y los tres lo hicieron bien. Felicidades.
Siempre eligió el segundo plano y no se le viera sostener al principal de la foto.
A pie de obra siempre.
Detrás de un gran hombre siempre hay una multitud agradecida.
Y yo tengo la suerte de conocerlo y quererlo.
POSTAL
Naranja el sol de La Loma
hoy invita a la luna gozosa,
que bien acoge la madre Úbeda
un gran hijo
como Jesús Mendoza.
Enrique Hinojosa Serrano
Alcalá la Real (Jaén)
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El padre Mendoza fue una revolución de nuestros pensamientos juveniles, porque los dirigentes de la Safa de aquellos años nos lo presentaron como un ser excepcional, no solo desde el punto de vista cristiano, sino humano. Y nos remitieron a su primera homilía (que nos transmitió en su primera misa) al conjunto de alumnos safistas, un día clave –por su importancia‑ cuya fecha no recuerdo exactamente (tal vez en octubre de 1959), y por la tarde ‑cosa anormal en aquellos tiempos‑.
Entre nosotros se creó un estado de expectativa y de asombro. Queríamos saber si lo que nos habían anticipado era cierto. No estábamos muy convencidos de aquellos preludios.
Y la “actuación” del padre Mendoza fue maravillosa. Rompía esquemas, presentaba nuevas perspectivas sociales, revolucionaba los planteamientos conservadores, se preocupaba por todos nosotros, estaba dispuesto a querernos, Dios era nuestra referencia, y los hombres teníamos que transmitir su mensaje de amor y de respeto.
Hablamos entre nosotros y coincidimos en su revolucionaria perspectiva. La “Acción puntual n.º 5” de mi artículo “Dios es amor” reflejaba esa idea, que él nos transmitía, de que teníamos que preocuparnos por los demás, día a día. Por eso me convenció y decidí seguir su labor evangelizadora y humana. Pero, como escribí en el artículo indicado, tras varios años de lucha ideológica, abandoné mi pretensión y dejé que fuera él quien continuara con dicha labor amorosa.
Lo quiero, porque es un ejemplo perfecto de entrega y comprensión.
José María Berzosa Sánchez
Jaén – Úbeda
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AL PADRE MENDOZA
Hoy es domingo. Camino del despacho he tomado café. Luego, casi a escondidas, encendí mi primer cigarrillo. Los coches abandonan la ciudad buscando el sol de otoño. Barcelona, los domingos, parece estar vacía. Abro el ordenador. Leo con nostalgia los mensajes de antiguos compañeros. Me detengo en el artículo de Mari Carmen Ruiz y contemplo la foto del padre Mendoza. Su expresión limpia, su mirada clara, jovial, cordial y sosegada. Empiezo a escribir. Yo también quiero hablar de vivencias inolvidables y de gratitud infinita, pero no consigo hilvanar más de dos palabras. Siento dentro de mí una emoción indefinible; la misma emoción que sentía aquellas tardes del mes de mayo, cuando éramos niños, y elevábamos a la Virgen nuestras plegarias. Recuerdos, sueños, nostalgias y al final un suspiro hondo y suave. Enciendo un cigarrillo y luego otro. No soy capaz de terminar las frases. La papelera se va llenando de hojas llenas de tachaduras. Miro al reloj. Han pasado ya casi tres horas. Estoy triste. En la cuartilla sólo dos palabras. Qué poca cosa. Dos palabras tan sólo. Qué escasa recompensa por tantos años de abnegación y entrega. Al final, resignado, me decido a enviar mi humilde aportación. Un escrito sencillo y pobre, con sólo dos palabras: «Gracias, padre».
Dionisio Rodríguez Mejías
Barcelona

 

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EL GESTO Y LA COHERENCIA DEL PADRE MENDOZA

 

Hay dos cosas que he admirado de Jesús Mendoza. Cuando yo estaba en Úbeda, me llamaban la atención sus manos. El padre Mendoza tiene manos de pianista con las que hace gestos tan elegantes como los que yo, entonces, empezaba a descubrir en las esculturas y pinturas clásicas. Mucho tiempo después conocí que el gesto es el símbolo del alma, y comprendí la causa de aquella elegancia. Ahora, lo que me llena de admiración es su coherencia. Y entre tanto falsario de amor a los pobres, la figura de Jesús Mendoza aparece como la de todo un hombre, una persona que, desde la austeridad, ha regalado un inmenso caudal intelectual a los más desfavorecidos sólo por amor de Dios. Bueno, o nada menos que por eso.

El pueblo de Úbeda ha nombrado Hijo Adoptivo a Jesús Mendoza, pero que nadie confunda al regalado con el regalante. Úbeda, con la vida de Jesús Mendoza vinculada a su historia, disfruta de un monumento más, un escultural regalo de los de verdad: la vida de un hombre bueno.
José del Moral de la Vega
Badajoz

 

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A pesar de la vorágine en que me encuentro estos días de trabajo “navideño” en pro de la cultura de Andújar, no sería bien nacido si pasase por alto la gran alegría que siento al comprobar que el pueblo de Úbeda, pueblo tan sabio como viejo, va a nombrar mañana, al padre Jesús Mendoza Negrillo, hijo adoptivo. ¡Benditos sean los pueblos que reconocen a los HOMBRES por su humildad y su trabajo; y bendito ese “Maestro”, hijo de “MAESTROS” que ha dedicado su vida a sembrar en los surcos de los niños y los jóvenes semillas de mostaza; de mostaza injertada en el “bien ser”, renunciando de por vida al bienestar.
¡Dios te lo premie, padre Mendoza! Mañana será un día grande para la Safa y los safistas. Un abrazo.
Pablo Utrera Cardeñas
Andújar
 

 

 

 

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