«El ilusionista»

18-11-06.
La película americana El Ilusionista, basada en una obra de Steven Millhauser, desarrolla una historia de intriga que a mí me recuerda las mejores novelas de Agatha Christie; pero a diferencia de éstas -escritas con un estilo seco y descriptivo, propio de las crónicas de guerra o de los periódicos de sucesos-, en esta obra hay pasajes líricos bellísimos. Una historia de amor e intriga donde se contraponen cuestiones tan importantes como el poder, la corrupción, el deber, el amor… Todo muy bien trufado, dentro de un ambiente extraordinario, que te hace disfrutar desde el primer minuto hasta el último -sorprendente éste-.

Me llaman la atención dos técnicas empleadas por los mejores cineastas: por una parte, la utilización del silencio en algunos momentos de la película, lo que exalta el ambiente bucólico de las escenas; y, por otra, el empleo de la insinuación en las escenas eróticas –elegantísimas-.
El ambiente, la sastrería, la fotografía, los travelling… magníficos. Lo único que no me ha gustado es la elección del actor Edward Norton para la obra. Este artista es muy bueno, pero su cara afilada no aguanta los primeros planos.
Mi consejo: cambiad los planes de esta noche; buscaos la sala donde la proyecten y, luego, a la salida, comentadla con una copa de cava bien frío -no os podéis imaginar lo bien que ligan el buen cine y el cava español-.
¡Ah! Cuando comento una película a alguien, inexorablemente me viene el recuerdo de aquella voz aflautada que tenía el padre Sobrino. ¿Os pasa eso a vosotros también, o es que yo soy un poco rarito? Seguro que si José María Ruiz Vargas viniera por este café, nos lo explicaría.

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