
Se ha hablado ‑y escrito‑ más acerca de lo que no debe leer el niño, que de lo que el niño debe leer.
En mis tiempos se leía en la escuela el Juanito, de Parravicini, el Quijote, y las Fábulas de Samaniego. No estaba desterrado todavía, del todo, Corazón, de Edmundo d’Amicis. Ahora todo el mundo asegura que esas lecturas eran absolutamente impropias para los niños.
Respecto al Juanito, tanto se ha escrito en contra (y probablemente por muchos que, en su mayoría, no lo han leído jamás) que no “pega” que uno se ponga ahora también a censurarlo. Lo cierto es que se le ha caricaturizado demasiado. No era tan repelente como se asegura. Yo recuerdo que tenía pasajes que, leídos por un niño, hacían mella y conmovían. Pero no se puede leer un libro para niños con mentalidad de adulto; estimo de justicia reivindicar un poquitín al Juanito. No exageremos. Al menos en su tiempo hizo su papel.

Corazón era un libro con muchos inconvenientes; alguno, inclusive, de tipo religioso. Pero también se ha exagerado sobre su “sensiblería”. Y las Fábulas de Samaniego… ipsch!
Bueno. Pues actualmente lo que sucede es que no hay libros de lectura ‑de verdad buenos‑ que sustituyan a los que antes se empleaban en casi todas las escuelas. No hay que volver, es cierto, a los antiguos que están pasados de moda y resultan a todas luces anacrónicos. Ahora bien, deben salir, deben editarse libros para el niño de ahora que merezcan la pena. Y de verdad que se editan poquísimos. No basta con decir: “Juanito era absurdo”. Hay que crear ‑o reflejar‑, para las lecturas de la escuela, algún tipo de niño, todo lo moderno que se quiera, pero niño desde luego, que resulte congruente. Y no basta con abominar de la “sensiblería” de Corazón. Lo urgente es educar la sensibilidad del escolar con lecturas a propósito. Y esto se descuida enormemente. Los chiquillos suelen salir ahora de la edad escolar con cero ‑cero absoluto‑ en sensibilidad. Se escribe mucho contra el gamberro, pero no se hace notar que el gamberro es un producto natural. Crece como la hierba donde no hay “cultivo”. Seamos razonables; no nos pasemos de un extremo a otro. Inculcar sensiblería en la infancia está mal; prescindir de la sensibilidad en la educación está peor.
(Periódico SAFA, n.º 5; 1961).
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Publicado en: 2005-06-25 (35 Lecturas).