Queridas amigas, queridos amigos:
El miércoles comentaba con José María Berzosa algo sobre esta reunión y me preguntó si quería hacer la presentación de nuestro amigo y compañero safista José Martínez López, que hoy se adhiere oficialmente a nuestra Asociación. En principio pensé que sabía bastante poco de su vida pero enseguida pensé que conocía lo fundamental y, por consiguiente, le dije que podía contar conmigo. Al fin de cuentas no es la hora de presentar de forma brillante un currículo para acceder a ningún puesto de trabajo importante o solicitar determinado privilegio. Estamos entre amigos y las carencias de unos las suplimos los demás.
José María no sabía que “Pepito”, (así lo llamábamos, y yo antes de encontrarnos currando entre los muros de esta Safa nuestra), ya habíamos respirado el aire fresco de la Sierra de Segura en un pueblo pequeñito (os aconsejo que lo visitéis) que se llama Orcera. Somos paisanos.
De mi convivencia con José Martínez López os tengo que decir que fue uno de los muchos regalos que recibí en aquellos años difíciles de mi vida. Un chaval noble, abierto, leal y foco de alegría para quienes se acercaban a él. Envidiaba su fortaleza, sus grandes cualidades de atleta y deportista. Por eso quizás no pasábamos demasiado tiempo juntos porque mientras él disputaba los torneos que se organizaban en la División o en el Colegio yo andaba entretenido en aquel equipo de los menos dotados que don Jesús llamaba “Los Jardineros”.
Finalizada nuestra estancia en el Colegio, como suele ocurrir, encaminamos nuestros pasos hacia horizontes diferentes, pero pienso que con la convicción de que aquí, entre estos muros, dejábamos algo importante que nos hacía volver la cabeza con demasiada frecuencia. Pienso que si el Señor nos hubiera castigado con aquella bíblica condición que impuso a Lot y a los suyos, los caminos que conducen a Úbeda estarían perfectamente señalizados por bellas estatuas de sal con rostros safistas.
Ese algo que dejamos aquí hace ya muchos años es lo que hoy nos congrega y nos reúne en este encuentro. Es el motivo de que yo esté hablado de ti, amigo Pepe; es el motivo de que la mayoría hayáis hecho muchos kilómetros para estar aquí. Estoy seguro de que nos une un calor especial que debimos inyectar en nuestros venas, en nuestras vidas, para contrarrestar el frío de aquellas noches de invierno, cuando el viento, instalado en nuestras ventanas, se empeñaba en cantarnos extrañas nanas que al final conseguían que nos tapáramos la cabeza con la manta y nos pusiéramos a soñar en un futuro más esperanzador. El futuro llegó y gracias a Dios, a Safa, a las buenas personas que se cruzaron en nuestro camino y a lo que nosotros fuimos capaces de exprimir, ha dado sus frutos. Como puede comprobarse, la cosecha fue abundante aunque provenga de unas raíces, de un campo, de una atmósfera que algunos sectores de nuestra sociedad progresista, defensores de no sé que escala de valores, llaman “La mala educación”.
Amigo Pepe, de tu vida de post-estudiante conozco bien poco. Nos hemos visto en alguna ocasión con motivo de las fiestas del pueblo, pero fue muy de pasada. Sé que vives feliz con tu familia en Sax, un pueblo de Alicante, y eso es suficiente.
Eché algunos lazos para adquirir información, pero me han fracasado. Quiero hacer mías estas palabras de don Jesús Burgos, cuando también te echaba de menos. Con ese corazón abierto y esa maestría en el manejo de la pluma escribía: “Años y años rastreé su paradero… En el mapa lírico y cordial de mi Bétula sagrada y profunda, su pérdida se me hacía como una hornacina vacía en un retablo renacentista. Dionisio, su amigo de pandilla y picardías hizo el milagro y me lo devolvió y yo, como un tesoro recuperado, lo acepté”. (Don Jesús, lamento no ser un discípulo aventajado, pero yo no sé escribir algo tan bonito.
En fin, amigo Pepito, lo esencial es que siento el gran placer, la gran satisfacción de poder presentarte a esta asamblea como una gran persona, un amigo cordial, un paisano honrado y cabal que desprende ese buen olor de amistad, de generosidad, de buena gente, que porta la brisa de nuestra tierra.
Lo dicho. Ahora te toca a ti. Si te parece bien, tú añades esas pinceladas de tu vida que a mí me han faltado. Te escuchamos.
Gregorio Alfaro Teruel.
25 de septiembre de 2004.
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Publicado en: 2004-10-07 (39 Lecturas).