La Asociación de Antiguos Alumnos de Magisterio de Safa-Úbeda, en la asamblea constituyente de septiembre pasado, decidía, entre otras cosas, patrocinar unas becas de estudios o unos premios a la investigación pedagógica.
Sobre los premios se encargó José del Moral de la Vega de mostrarnos la posible forma de llevarlos a cabo, con presentación gráfica incluida. Era clara su idea, y muy clara su intención. Pero tal vez se diluyese entre todos los presentes.
La Ejecutiva salida de esta asamblea, y en especial el Presidente de la misma, iniciaron los trámites oportunos para llevar a principio alguna de estas iniciativas propuestas. Tras recapitular algunas ideas y ver modelos previos, José María Berzosa lanzó una propuesta concreta. La llamó “Premio Maestro” a la investigación educativa y se dirigía al alumnado de Tercer Curso de Magisterio dentro del área académica de la Universidad de Jaén. Esa era la propuesta inicial.
Era.
Tuvo José María la mala idea de concitarnos a los miembros de la Ejecutiva a una comida y en ella se presentaba también José del Moral. Y allí se enredó todo. Miren mis compañeros que si se enredó, que se empezó a las catorce horas y acabamos a las diecinueve. Pues el bendito José (o Pepe del Moral, bendito además por esas facciones bíblicas que lo adornan) a modo de iluminado profeta no solo no deseaba que fuésemos sencillos, humildes, retraídos o timoratos, no; él deseaba más: deseaba que siguiésemos su camino. Camino por otra parte que tenía ya trillado allá en Extremadura y con sus premios “Víctor Moreno Márquez” a la investigación agraria.
Nada, nada, a cada objeción un mazazo. Nada, nada, que las cosas se hacen a lo grande o no se hacen… La boca abierta nos dejaba a los presentes mientras atacábamos un bacalao en salsa de pimientos.
Así que el entusiasmo convertido en motor nos arrancaba y nos lanzaba al vacío. Decidíamos en aras de las ideas abiertas y valientes de José que debíamos cargar todo el esfuerzo de la Asociación en promocionar ese premio. Decidíamos que ese premio habría de ser de carácter ¡nacional!; decidíamos que serían dos y no uno, ¡dos!, unos destinado al alumnado del último curso de Magisterio o de licenciaturas en Pedagogía o Psicopedagogía y otro a docentes ya en ejercicio, dentro de la enseñanza obligatoria. Amén de los accésits pertinentes.
Nos iluminábamos la imaginación con la puesta de largo de la primera convocatoria, medios de comunicación, cena de carácter social, entrega de los premios, boato y ceremonia. Fotos, publicidad en los medios, publicación de los trabajos premiados… Todo, todo lo imprescindible para un gran premio.
Incluso decidimos a quiénes les íbamos a pedir el dinero; sí, el dinero que no tenemos, pero me permitiré, por prudencia, callar estos detalles. ¿Y si no nos lo dan?…
Nada, nada, que esto está chupao, que no hay problemas, que hoy día lo que interesa es la Educación y sus problemas. En verdad que así quisiéramos que fuese, que la Educación se estudiase a fondo, que sus problemas de aplicación se estudiasen a fondo, que también los del día a día tuviesen solución o al menos más comprensión por todos los implicados en la misma y los no implicados. Estamos muchos de nosotros en la Educación y de ella vivimos. Y la sentimos como propia. Y si no somos nosotros quienes la defendemos ¿quién lo hará? Por eso la razón de ese premio, ¡ah!, ¿no lo he escrito?, “Premio Magister”, que así se decidió en un arranque de cultismo, ¿chulo, no?, esa es la razón última y primera de institucionalizar un premio a la enseñanza que nos llene de orgullo, y que sirva que es lo principal, nosotros que salimos del vientre de la Escuela de Magisterio de Úbeda.
Nos contagiamos de entusiasmo, tal vez José del Moral nos embrujó con el suyo. Esta es la crónica nunca escrita de este encuentro. Feliz año a todos.
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Publicado en: 2004-12-30 (76 Lecturas)