Con profundo respeto no exento de admiración, observo cómo van naciendo colaboraciones en apartados tan diversos como personas componemos la familia aasafa. Desde la música, la enseñanza, la agroalimentación o la poesía, hasta temas de investigación… que al fin todo es vida. ¡Qué diversificación de autores, contenidos y estilos! Pues mira, me pongo a pensar y no sé sobre qué tema escribir. ¿Otra de Educación? ¿La pedagogía actual comparada con la de Comenio? ¿Hasta dónde están vigentes las teorías de Ivan Ilich?
Ilusos nuestros políticos, han generado leyes y más leyes que van embrollando lo que al final en los centros se convierte en lo que los maestros quieren. A veces dudo si se lee tanta literatura; y no solo eso: también si se aplica con una relativa coherencia. Y cavilo en cosas más simples, con añoranzas de infancia, contaminadas por tantos años de trabajo; y dejo discurrir el boli para que afloren ideas como estas, y sueño como en la quietud del atardecer, cuando el cielo se va despoblando de la algarabía vital, el aire se llena con el croar de las ranas y surgen los murciélagos dibujando con torpes piruetas un encaje de tramas invisibles.
Es la hora que sugiere hacer recuento de todo. Del día que se va, de la luz que se desvanece, de la vida que se apaga.
Meditaba sentado entre las eneas y espadañas que generosamente decoraban los aledaños del charco, conocido por la alberca de la Moya, a quien mi padre comparaba con los suelos de la casa, húmedos por la fregona de mama cuya pasión era la limpieza y brillo. Meditaba, digo, sobre la interacción o concatenación hombre-naturaleza. El hombre ha intentado, en progresión curiosamente geométrica con el avance de su cultura, conducir la naturaleza a sus fines y esta le correspondió en demasía, apropiándose de las obras de aquel para presentarlas como suyas. Disparates que, cuanto más primitivos, más se asimilaron a una recreación de las formas.
Pulida y cristalina, la superficie de la alberca, con trasfondo verdoso por el limo, cualquier céfiro puede alterar su quietud. Vida emergente que no asoma a la superficie, que respeta la quietud del espejo. Vieja institución la de las albercas con su contenido presto a dar vida. Allá cuando el calor agosta las plantas y siembra de mosquitos el aire, el agua vitalizadora tanto tiempo retenida en la alberca expande su vital flujo por las acequias y chorros que conforman su entorno.
La propia vida que la alberca alberga no distorsiona el paisaje contenido en lámina de luz y colores. Saltan las ranas y apenas unas leves ondas recomponen la inerte imagen de su espejo. Una libélula rompe con caricias la quietud del remanso poniendo su nota de bohemia viajera. El verde limo, que sirve de pantalla al paisaje reflejado, es un manto que ondula sus flecos en pos de un tupido velo que cubre el fondo.
¿Será así la fragilidad de la convivencia?
Sevilla, enero de 2004.
(78 lecturas).