«El olor peculiar de los bosques recién derribados y el de las piñuelas en sazón, la greguería de los loros en los guadales y guayabales vecinos; el tañido lejano del cuerno de algún pastor, repetido por los montes; las castrueras de los esclavos que volvían espaciosamente de las labores con las herramientas al hombro; los arreboles vistos a través de cañaverales movedizos; todo me recordaba las tardes en que abusando mis hermanas, María y yo de alguna licencia de mi madre, obtenida a fuerza de tenacidad, nos solazábamos recogiendo guayabas de nuestros árboles predilectos, sacando “nidos” de piñuelas, muchas veces con grave lesión de brazos y manos, y espiando nidos de pericos en las cercas de los corrales».Jorge Isaacs, María, cap. V.
Estoy seguro de que entendemos bastante bien los textos a los que nos enfrentamos. Pero, de vez en cuando, se nos ofrece alguno que nos resulta muy complicado, como este que cito. Lo traigo a colación para demostrar que la lectura es un ejercicio activo de la voluntad. Y que nuestro léxico puede ruborizarse cuando en una cita de ciento quince palabras no sabemos lo que significan siete de ellas, que son altamente importantes para comprender el conjunto del texto: piñuela, greguería, guadal, guayabal, castruera, guayaba y perico. Lo único que intuimos es que se trata de sustantivos propios del bosque: plantas o aves o elementos de su entorno.
O sea, que tenemos que ir al diccionario. Y aquí empieza el calvario, porque castruera no aparece. No está registrada en 2003 DRAE. Seguimos por greguería y, aunque no recoge una acepción que convenga al contexto, ‘vocerío o gritería confusa de la gente’, debemos entender que la expresión greguería de los loros es una metonimia o ‘gritería de los loros, que hablan como si fueran personas’. Los demás términos sí aparecen, pero nos complica su comprensión la multitud de datos desconocidos con que los definen.
Leer así resulta duro. Preferimos perdernos la riqueza expresiva del autor, y nos saltamos discretamente el texto incomprensible. Por eso el cine ha desbancado a la literatura. Su diálogo es el normal. Su poesía o su belleza se apoyan en la imagen, que se llena de un evidente sentimiento emocionado o cruel, casi siempre simple.
Tal vez por esto, la literatura es elitista.
08-02-04.
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