Una plegaria

1
Cuando al fin cese
la velada
existencia,
insistencia
nuestra,
en la muda desierta
luz de Tu presencia,
auséntanos
Señor.

2
La paloma y la palabra.
La palabra en la nada
con un viento blanco
en el desierto.
La paloma en su vuelo
y un árbol inmenso
para no cesar.
Y el Señor flotando
-inmutable-,
sobre el tiempo.

3
Vida:
Flor al filo fecundo
y a orillas del aire;
trémula gota de tiempo,
única,
en vilo y en sigilo,
respirando
penuriosa esencia
entre el no y el Señor.

4
Ciegos:
Él hizo la luz,
e incendios voraces
nos vaciaron los ojos.
Pero los ojos,
incendiados de luz,
sólo ven luz.
Y cegados:
En las tinieblas,
un círculo de fuego
nos inundó de albor.
¿Y qué podemos hacer
si el Invisible
no nos deja ver?
Luz cegadora
del que Es
sí mismo.
Sed y sima
de quien Es.

5
Él, el sí:
tan pleno y ensumido
en su sí.
Nos, el no:
tan nada en todo
y tan entrañados en el no.
Un no hondo,
huero,
hueco,
sin bosquejo,
como dilatado vacío
o silencio sin silueta.
Altísimo fondo
sin orilla.
Alada
nada
anulada
y sin contorno.
¡Todo tan abisal
y sin retorno!

6
Llegado el momento,
quedará tiempo apenas.
Quizás ni para aislarse
en la plena
consciencia del no yo.
Se será,
sólo inconsciencia
del ser;
apenas somnolencia
del saber
sólo saberse.
Porque ser ya ni será,
ni estará,
aquí,
ni allá.
Ser se quedará
en pensado instante,
cual balancín entre
la nada
y el haber sido.

7
Será entonces
cuando esta nada nuestra
se cerrará sobre su vivir,
consumado en sus límites.
Entonces ha de ser:
cuando nada en nosotros
respira,
Dios nos aspira
adonde nada es Ser.

ALAZUL.
20-04-05.
(164 lecturas).

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