Nuestro amigo y presidente de la Asociación entró, disertó y salió por la puerta grande del prestigioso Ateneo de Málaga. Su conferencia sobre la actitud de Cervantes hacia los moriscos españoles antes de su expulsión fue densa, amena, bien documentada y estructurada, de gran nivel académico y muy aplaudida. ¡Enhorabuena, José M.ª!
La presentación me correspondió a mí.

Dicen, compañeros cercanos a él, en aquel frío internado de la Sagrada Familia de Úbeda, que José M.ª Berzosa tenía una facilidad asombrosa para componer e interpretar música. Incluso, a pesar de la estricta censura, se atrevía a cantar canciones que incitaban a imaginar escenas de alto riesgo sexual. Era la década prodigiosa de la música, los años sesenta, y el conjunto músico‑vocal, al que pertenecía, alegraba nuestra rigurosa vida estudiantil.
Para quienes no conocieron aquel ambiente, les parecerá ridículo; pero cantar, entonces, públicamente, en un colegio religioso “cuando calienta el sol aquí en la playa, siento tu cuerpo vibrar cerca de mí”, era un arriesgado atrevimiento que obligaba al censor de turno a exigir el cambio de letra.
Bueno, la anécdota sólo sirve para decir que José M.ª sobresalía en aquel mítico colegio de la salmantina Úbeda en el que los dos crecimos.
Deportista, músico, escritor, actor… Memorable fue su interpretación del personaje de mendigo en El gran teatro del mundo, representado ante dos mil espectadores, que acrecentaban el silencio cada vez que él intervenía.
Al finalizar los estudios de Magisterio, decidió emprender su aventura docente en Madrid, donde ejerció durante cuatro años, antes de volver a Úbeda para continuar de profesor en el colegio donde se formó. Allí supo compaginar trabajo y familia con sus estudios universitarios, consiguiendo, en 1978, el título de licenciado en Filología Hispánica de la primera promoción de la UNED.
Lejos de ser un profesor prosaico, su preocupación por la metodología en la enseñanza de la Lengua lo llevó, en 1990, a editar el libro Bases para el comentario, pensado para ayudar a los alumnos de Bachillerato en el desarrollo de dicha práctica. Cuatro años después obtuvo el acceso a la condición de catedrático.
En 2003, un año antes de jubilarse, funda, con otros compañeros, la Asociación de Antiguos Alumnos de Magisterio de la SAFA de Úbeda, a la que me siento honrado de pertenecer. Mi relación, desde entonces, con este radical lingüista –así se autodefine‑ ha sido permanente y fluida.
Un día, hablando del Quijote, descubrí que era un estudioso de Cervantes y un apasionado de nuestra novela más universal. Se me ocurrió pedirle una conferencia en nuestro Ateneo, dentro del ciclo que la Comisión de Interreg organiza con motivo del año cervantino. Le propuse disertar sobre la relación de don Quijote con el mundo islámico, aspecto inédito entre los más de 35 800 cursos que el Google ha detectado este año. No dudó en aceptar. Incluso, hace unos días, me confesaba el enriquecimiento personal que le había supuesto investigar este aspecto.
En 1609, los moriscos, últimos descendientes de los musulmanes, fueron expulsados por decreto de Felipe III. Cervantes o don Quijote ‑que es lo mismo‑, contemporáneo de esta situación, conocía las relaciones entre cristianos y musulmanes, siempre complejas y difíciles, excepto en aquel espacio mítico conocido como Al‑Ándalus.
Cervantes o don Quijote, “la más perfecta de todas las figuras de hombres buenos en la literatura cristiana” ‑según palabras de Dostoievski‑ debió implicarse en el conflicto. No en vano, en una España, tierra de encuentro de las tres religiones reveladas, Cervantes eligió la palabra Quijote para ilustrar tanto desatino como observó (Q´jot, en arameo, significa ‘verdad’).
Pero ‑como escribió José Cadalso en sus Cartas marruecas‑ en Don Quijote “el sentido literal es uno y el verdadero, otro muy diferente”.
La expulsión de los moriscos… ¿fue un acierto o un desatino? Oiremos de nuestro conferenciante la verdad de Cervantes a través de su bondadoso héroe de triste figura; espejo, al mismo tiempo, de la maldad del mundo excluyente que hemos construido y que, cada vez más, necesita protegerse con alambradas tridimensionales.
Hoy, he vuelto a sentir indignación al leer la noticia de la expulsión de Marruecos de seiscientos subsaharianos, como consecuencia de un acuerdo con España. Abandonados en el desierto sin agua, ni víveres, sin esperanza… me han recordado las condiciones en que quedaron los moriscos españoles en el norte de África, tras el decreto de expulsión.
Pero ésta es otra historia.
Gracias por venir, José M.ª. El Ateneo de Málaga te agradece el esfuerzo y el cariño que has puesto al participar en su programa de Iniciativa Comunitaria. Espero que te sientas como en casa. Tienes la palabra.
opyright © por AA-MAGISTERIO-Safa-Úbeda Derechos Reservados.
Publicado en: 2005-10-09 (47 Lecturas)