30-07-06.
No dispongo de reportaje gráfico del acto, pero me prometí escribir una breve reseña del magnífico pregón que nuestro querido compañero Salvador González, ex alcalde de Coín, dio el pasado día 13 en la Peña Perchelera de Málaga.
Salvador nos deleitó con un riguroso recorrido por la historia del pregón. Datos y citas literarias nos dejaron, a los más del centenar de asistentes, embelesados con tan culta erudición popular. A medida que se calentaba, imitando a históricos pregoneros, anunciaba una y otra vez las excelencias de Málaga, de la Virgen del Carmen, de su barrio de El Perchel y del embrujo de sus mujeres:
«En el barrio del Perchel
dicen que no hay percheleras;
la que a mí me percheló
más que perchelera era».
dicen que no hay percheleras;
la que a mí me percheló
más que perchelera era».
Las imágenes de nuestra común adolescencia en Úbeda se sucedieron fugazmente en mi memoria. Negado para la música, conseguía la espantá cada vez que cogía la guitarra aquellas tardes de domingo en el Colegio. Tenía un oído enfrente del otro y una voz rajada a lo Camarón. El problema era la entonación, el afinamiento y la armonización del instrumento con su voz.
Un día le dijo el padre Navarrete:
—¡O te colocas mejor el pañuelo, o renuncias a ser mi paisano!
Los dos eran de Coín. ¡Quién lo iba a decir! Número dos de sus oposiciones, jurista, exportador de aguacates… ¡Alcalde trece años de Coín! Si Navarrete lo viera hoy ‑pensé‑ con su traje, corbata de estreno, oratoria fluida, levantando el aplauso de percheleros y malagueños enraizados…
Honesto, trabajador, fiel, noble, apasionado y estudioso de la cultura andaluza; maestro, profesor de secundaria, abogado, agricultor y pregonero, consiguió emocionarme las tres veces que refirió nuestro Colegio de la Safa ‑Zafa, decía de niño‑. Y aún más, cuando finalizó con los versos de San Juan de la Cruz:
“Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejo de hermosura”.
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejo de hermosura”.
Unas gambitas malagueñas, de las que se pelan con una mano, una copa en la otra y el sincero abrazo de nuestra amistad despidieron la excelente tarde perchelera.