El veintisiete de mayo de 1969 fue muy especial para mí, bueno en realidad creo que para cualquier joven de veinte años que acababa de “declararse” a la chica de la que se había enamorado. En plena primavera, cuando las flores provocan los sentidos y los amaneceres sugieren poesía, aquel atardecer junto a la explanada de la ermita… fue el principio de una larga relación con quien después se convertiría en mi mujer.
Necesitaba que alguien compartiera conmigo esos mágicos e irrepetibles momentos de juventud limpia y apasionada. Por la noche, al llegar a la residencia del Colegio Safa de Linares, donde ejercía de maestro, encontré despierto a Juan, uno de mis compañeros.
—¿Qué tal Diego? ¿Cómo te ha ido con esa chica?
—Desde esta noche tengo novia —le dije entusiasmado.
—¿Estás enamorado?
—Mucho —contesté.
A la mañana siguiente, Juan llamó a la puerta de mi habitación.
—Diego, ayer me compré un traje y… he pensado que quizás te estaría bien.
—No puede ser. ¿Cómo se te ocurre que estrene tu traje? Es demasiado… Yo no debo aceptar.
—Te lo pones y si te queda bien, lo estrenas con tu novia. Hoy es domingo.
Salí con Reme, mi novia, que venía con un precioso vestido estampado. Yo, con “mi” traje gris era el hombre más feliz del mundo a pesar del calor de la temperatura ambiente, sumada a la que producía el elegante vestuario, corbata incluida, que mi amigo me “obligó” a disfrutar.
Hoy, treinta y cinco años después, lo recuerdo con ese semblante sereno, equilibrado… Pasó por el camino de la docencia dejando huellas imborrables en quienes, como yo, compartieron trabajo y residencia con él.
En el último encuentro de antiguos alumnos de magisterio, fui a Úbeda con la esperanza de reencontrarme con él y recordar juntos aquel gesto de generosidad, pero me dijeron que no pudo ir.
Desde Málaga, quiero rendir mi modesto homenaje a su jubilación, con el recuerdo de aquel día en el que las flores y los atardeceres se vestían de primavera… y con la amistad que, aunque dormida por el tiempo, vuelve ahora por un instante a regalarme sensaciones inolvidables.
Yo tuve la suerte de ser compañero de Juan Cabrerizo.
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Publicado en: 2004-02-21 (83 Lecturas)