Aquella noche, Juanito se despertó de un sobresalto. Nadie le había llamado, no escuchó el maldito despertador.
Con sigilo, se acercó a la puerta del dormitorio de sus padres y comprobó que no había ninguna luz encendida y apenas si se oían algunos susurros.
Extrañado, miró por la ventada del pasillo: ¡Era noche cerrada! Estaba claro, se había despertado antes y con tiempo. ¿Qué podía hacer? No intentó volver a la cama, había perdido el sueño. Entonces bajó las escaleras sin hacer ruido; por supuesto, no encendió ninguna luz. Sólo el resplandor de la lamparita de su dormitorio alejaba algo la penumbra. Al llegar al último escalón, ¡maldición!, tropezó con algo duro, pequeño y resbaladizo. ¡Casi se cae! A duras penas pudo mantener el equilibrio ¿Quién habría dejado allí aquel objeto?
Una vez abajo, encendió la lamparita que había en la mesa del salón y comprobó con asombro que aquel objeto duro, pequeño y que le había hecho resbalar era su juguete preferido: el coche rojo que con tanto empeño había pedido como regalo de cumpleaños. Pero, ¡qué extraño! ¿Quién había puesto su querido coche rojo en aquel sitio tan peligroso?
Sentado en el sofá y casi a punto de quedarse dormido de nuevo, seguía dándole vueltas a su cabeza.
Casi dormido, se levantó de un sobresalto.¡La sirena de su coche rojo comenzó a lanzar destellos de todos los colores y un ruido ensordecedor! Aquel coche que Juanito había dejado al pie de la escalera comenzó a moverse de un lado para otro, sin control y sin rumbo.
Juanito, asombrado, no encontraba explicación a lo que veían sus ojos. ¿Cómo era posible que su coche rojo lanzara aquellos destellos y aquel ruido? Y ¿cómo era posible que se moviera con ese desatino?
“¡No puede ser! —pensó Juanito—. ¡Pero si mi coche rojo no puede moverse sólo, si no tiene pilas, si yo siempre que he jugado con él he tenido que llevarlo con mi mano de un lado para otro! ¿Qué ha podido pasar?”.
Intentó levantarse del sofá, donde apenas si había podido cerrar sus ojos y cuando se acercó al lugar donde estaba su coche rojo descubrió, con asombro, que en su interior había un pequeño duende, con una gorra verde, que había convertido su pequeño coche en un auténtico coche de policía.
Juanito escuchó de repente el ruido del maldito despertador. Miró de reojo: eran las siete y media de la mañana. Su madre golpeó con suavidad la puerta de su cuarto.
—¡Juanito, despierta que es la hora de ir al cole!
Juanito al despertar recordó lo que había ocurrido. En el suelo de su cuarto, allí en el rincón estaba su pequeño coche rojo sin pilas.
¡Todo había sido un sueño!
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Publicado en: 2004-05-19 (79 Lecturas)