22-03-07.
Espiritualidad. Pasión. Amor. Entrega. Sacrificio. Evangelio en su más pura esencia es la película Teresa, el cuerpo de Cristo, interpretada por Paz Vega que, a pesar de su “deje” andaluz, consigue la ternura, la sencillez y la energía que su personaje exige.
Disfruté de la cuidada fotografía en los interiores del convento, de los primeros planos, de los claroscuros, del tenebrismo escénico de la Inquisición, de las miradas humanas y divinas de los personajes, que con tanto acierto Loriga eligió. La música, entre sublime y sobrecogedora, alterna con los silencios, creando una atmósfera misteriosa que envuelve al espectador en cada secuencia, en cada fundido, en los planos picados o primerísimos, consiguiendo una plasticidad narrativa propia de los mejores clásicos del cine.
El joven director madrileño consigue transmitir la paz interior de un personaje histórico admirable. La realización, muy digna, consiguió trasladarme al siglo XVI e introducirme en la clasista vida conventual de la época. Valiente apuesta por la utilización de los propios textos de Santa Teresa para expresar los sentimientos profundos de un conflicto, más poético que real, entre el amor espiritual y carnal con un Cristo íntimo, que sólo la poesía puede manifestar sin riesgo de escandalizar.
No es una gran película, pero sí lo suficientemente buena para recomendarla a todas las monjas de todas las órdenes religiosas del más conservador catolicismo. Y, por supuesto, a las jerarquías eclesiásticas que vuelven a rasgarse las vestiduras sólo con el cartel y el título. ¡Pobre Santa Madre Iglesia tan alejada del verdadero mensaje evangélico! Si Jesús se diese una vuelta por aquí, volvería a tomar el látigo para poner orden en las mentes de quienes ven el mal donde no lo hay, haciendo la vista gorda de los escándalos que les rodean y que, a veces, ellos mismos promueven.
Teresa es ejemplo de renovación, de lucha valiente contra el orden manipulador, de búsqueda de un amor sin límites por un Cristo yaciente, cuerpo y espíritu a la vez. El erotismo que algunos suponen en determinadas escenas es pura imaginación de quienes ven lo que quieren ver, lo que les interesa ver, no lo que de verdad es.
Vean, pues, esta joya de nuestro cine, que nada tiene que ver con la escandalosa publicación de las fotografías irreverentes de J. M. A. Montoya en las que se exponen símbolos religiosos de una forma obscena y perversa. Puede que algunos obispos hayan confundido las dos manifestaciones artísticas y, en consecuencia, sus manifestaciones hayan exagerado la crítica de Teresa, el cuerpo de Cristo.